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 domingo, 14 de marzo de 2004

Obeid baraja y da de nuevo

Mauricio maronna / La Capital

Para Jorge Obeid llegó la hora de barajar y dar de nuevo. A poco más de tres meses de su asunción, el jefe de la Casa Gris parecer haberse convencido de la fragilidad de buena parte de su gabinete, un conglomerado de buenas intenciones, pero incapaz de imponer por presencia activa una agenda novedosa que lo ayude a cambiar la imagen de una gestión que no encuentra ni las ficciones ni las herramientas indispensables que necesita cualquier gobernante para transformar la realidad.

Pese a que el gobernador haya dicho la semana pasada que "no hay que creer todo lo que se dice en los diarios", un rápido mapeo de los archivos dominicales de los últimos 100 días le permitirá comprobar que buena parte del diagnóstico que se trazó en el análisis teórico se cumplió estrictamente en el terreno de la realidad. Se escribió en esta columna el domingo 16 de noviembre de 2003 (casi un mes antes del traspaso del poder) "que las objeciones para que Alberto Gianneschi sea confirmado no responden a una maquiavélica conspiración para que Reconquista (como acusaron el Obispado y el Colegio de Abogados de esa ciudad) siga condenada a recibir las sobras de lo que se cocina y se come en el polo Rosario-Santa Fe, sino para que el nuevo mandatario comience su gestión derramando ejemplaridad".

El sincericidio de Gianneschi al admitir que aceptó el cargo de ministro de Gobierno tras mensurar que la renuncia a su jugoso sueldo de camarista sería recompensada dentro de cuatro años con dos jubilaciones, dejó a Obeid entre la espada y la pared. Tal vez sea injusto disparar toda la artillería sobre el funcionario que blanqueó algo que, aunque luzca políticamente incorrecto, resulta ilógico: los sueldos que perciben jueces, diputados y senadores provinciales (y ni hablar de cargos gerenciales en la mayoría de las empresas privadas) son notoriamente superiores a lo que cobran los funcionarios encargados de administrar la segunda provincia en importancia del país.

Pero, más allá de la gaffe, Gianneschi tuvo enormes dificultades para poner en marcha el estratégico Ministerio de Gobierno en momentos en que la reforma constitucional, la derogación de la ley de lemas, los cambios en la Justicia y el rol de la policía están en la primera línea de prioridades. "A mí no me cambian los ministros por los diarios", solía repetir en sus años de resplandor Carlos Menem, creyendo ver en cada crítica un chantaje mediático. El destino final del riojano y de buena parte de sus apóstoles hablan por sí solos del epílogo de la historia. Obeid (quien jamás fue menemista) debería tomar nota de ese detalle.

Al recurrir a Roberto Rosúa, un hombre de mil batallas y de cuero duro, Obeid reacciona frente a la ofensiva opositora que se posicionó en el centro del ring reclamando autonomía, nuevas reglas de juego electorales y pedidos de informes e investigación en cadena por diversos hechos que marcaron la agenda de los primeros meses de gobierno.

La decisión de remover a Cristian Desideri del Ministerio de la Producción (alguna vez presentado como el bambino de oro del oficialismo) tiene su raíz en los múltiples heridos de la administración que le susurraban a Obeid las peores cosas sobre la gestión del hombre promovido por la "fábrica de funcionarios sin chimenea", propiedad del futuro presidente del PJ rosarino, el influyente y desconocido Marcelo Gastaldi.

"¿Cómo puede ser que mientras la provincia es una de las principales responsables de la recuperación de la economía nacional con el promocionado boom sojero, la sustitución de importaciones y la recuperación de las industrias ligadas a las exportaciones, aparezcamos en los diarios nacionales por el asesinato de Sandra Cabrera, las marchas de los inundados y las cachetadas que nos pegan los socialistas. ¿Y el ministro de la Producción?", hizo catarsis el viernes una espada obeidista.

Por sobre todas las anécdotas de coyuntura, sobrevuela una cuestión mucho más abarcativa que sirve para explicar el estado de las cosas. El peronismo santafesino es hoy por hoy una suma de facciones o de nombres propios que apenas se juntan para inaugurar la ampliación del consejo departamental rosarino, fogoneada por Angel Baltuzzi, uno de los pocos que tiene bien en claro que por este camino de dispersión las elecciones legislativas del 2005 podrían constituir el principio del fin del PJ.

A los reutemistas se les pusieron los pelos de punta leer hace pocos días (este diario lo anticipó el 1º de febrero) que Obeid consideraba una circunstancia válida "aprovechar la instancia electoral del año próximo para convocar a comicios de convencionales constituyentes".

Sin embargo, ¿qué ha hecho el peronismo desde 1983 a esta parte para mejorar la calidad institucional de la provincia? La única modificación plausible fue la decisión de reducir la cantidad de concejales, la obligación de publicar los nombres y los sueldos de los empleados políticos, y la fijación de un porcentaje del presupuesto para el desenvolvimiento de los cuerpos deliberativos de Santa Fe y Rosario. Sorprendentemente, el autor de esa iniciativa, el otrora ministro de Gobierno Esteban Borgonovo parece hoy condenado al ostracismo por haber llevado adelante esa herejía.

Los cambios de nombres en el gabinete dejaron en el freezer otras cuestiones que sobrevolaron la semana política. ¿Se queda Hermes Binner en el socialismo pese a la feroz interna en su partido? ¿El gobierno nacional comenzó a apuntalar al intendente de Rafaela, Omar Perotti, para la primera diputación ("Es la mejor Intendencia del país", dijo Néstor Kirchner. "Esta ciudad sigue siendo una isla", endulzó aún más Roberto Lavagna). ¿Se viene una nueva embestida mediática oficialista contra Carlos Reutemann?

Lejos de estas cuestiones, la Argentina se mete de lleno en un 2004 que volverá a desempolvar las fricciones discursivas entre el gobierno nacional, los organismos de crédito internacionales y los bonistas.

Si algo quedó claro, es que hablar no cuesta nada. A la hora de la verdad, cuando las palabras están de más, Kirchner pasa por ventanilla y desembolsa lo que debe, en este caso al Fondo Monetario Internacional (FMI). Y si hace unos pocos días la mayoría de los argentinos estaba de acuerdo con la estrategia kirchnerista de mostrarle los dientes al organismo, a horas del vencimiento esa misma mayoría estuvo a favor de que había que pagar.

Salvo el homogéneo respaldo a Kirchner en estos casi 10 meses, las oscilaciones de la gaseosa opinión pública argentina hacen que nada sea para siempre.

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