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 domingo, 14 de marzo de 2004

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Morbosidades

Jorge Besso

Más mediática que nunca la morbosidad está en plena carrera mundial con millares de participantes, de uno y otro lado de los medios. Más que nada de uno y otro lado de las pantallas, curva o planas, aglomerando producciones que encarnan y encadenan morbosidades. Todo a cargo de los hacedores de programas que compiten entre sí con relación a los kilos de morbo, consumidos por consumidores que no se cansan. Todo lo cual se ha vuelto indetenible ya que la relación no podía ser más directa: a más morbo más rating.

Las sutilezas en este caso no tienen la menor importancia y tal vez falte poco tiempo para que el indetenible progreso de la ciencia nos permita ver Crónica T.V. y programas afines, con un cierto olor a sangre y hasta quizás llegara a ser posible alguna salpicadura de las lágrimas de los familiares de las víctimas, lo que permitiría, accediendo a un canal codificado al respecto, a la posibilidad de poder saborear el morbo.

Desde hace algún tiempo se puede observar a determinados medios y programas, fundamentalmente televisivos, lanzados sin retorno a la práctica del chismorboso, que acumula televidentes a montones en todas partes del mundo. La práctica del chismorboso está tan extendida que llega a medios y lugares que, en principio, no se ocupan, ni están especializados a tales fines. En estos comienzos de marzo se puede leer en un diario de Buenos Aires, un título, que tomado en serio es escandaloso: "Investigan por qué se suicidó...". De lo que todavía era presunto suicidio se pasaba sin más a un suicidio, y a investigar el por qué. ¿Qué tipo de investigación podría en un caso así llegar a semejante por qué? Es como si se pensara que en algún lugar del cerebro quedó el registro de los últimos mensajes, emitidos y recibidos, una suerte de caja negra humana que podría revelar enigmas. Sin olvidar que las cajas negras no humanas, depositadas en algún rincón del avión, más de una vez no develan ningún misterio, ya que dicen que está todo OK, justo antes de estallar, o bien dicen "nos caemos" cosa ya más que evidente, y, en cambio, muy pocas veces las cajas en cuestión dicen, "nos atacan ovnis", o "nos alcanzó el enemigo".

Ahora bien, en estos tiempos del morbo top, nos hemos acostumbrado al sentido más actual de la palabreja, en lo que refiere a un gusto por el destrozo público de las intimidades de celebridades, hasta ese momento muy contentas con su vida mediática. El morbo tiene que ver desde este ángulo con saborear con cierto placer el mal del otro, saboreo que es más intenso si se trata de una figura pública. Al menos es más intenso que si se trata del mal del vecino, placer morboso reconocible en todo tiempo y lugar. Todo lo cual no debería hacernos olvidar que lo morbo, o sea lo mórbido, quiere decir lo enfermo. Es decir que este placer no siempre reconocido por la desgracia ajena se asienta sobre lo enfermo, lo que lo convierte en un placer más bien enfermo, aunque la experimentación de semejante placer sea algo tan corriente que uno se sienta tentado a considerarlo normal. Al respecto ocurre como con las caries, que de tan corriente que son parecen normales, y sin embargo no por eso dejan de ser enfermas.

Con todo la cuestión no es tanto para escandalizarse, sino para reflexionar, y más que nada para involucrarse, ya que el humano tiene una tendencia inmemorial a quedar más o menos afuera de lo que ocurre, así sea de lo que ocurre a sus pies, a la vera de su casa, o incluso dentro de su propia casa.

El morbo está en la naturaleza humana y esto es lo criticable respecto de ciertos negocios, ya que vender morbo es demasiado fácil, no hace falta esfuerzo, ni mucho menos talento, es tanto como vender agua en el desierto. Es decir que el humano tiene sed de morbo, y en cambio muy poca atracción por lo sobrio y por lo mesurado, razón por la cual no existen programas al respecto, y resulta impensable una telenovela de una familia feliz, que paga sus impuestos en tiempo y forma, que también hace el amor en tiempo y forma, con dos hijitos, uno de cada sexo, y en lo posible que el mayorcito sea precisamente el varón. En ninguna familia decente y televidente habría peleas o disputas por ver todas las noches un programa así, que en lo único que podría competir es en aburrimiento.

Ahora bien, hay una práctica de lo chismorboso edulcorado, generalmente referido a las casas reales todavía persistentes y mantenidas por sociedades con pobres y desocupados, y con todo un periodismo especializado siguiendo el crecimiento de los niñitos aristocráticos y de la nobleza, en especial los herederos de coronas. En ocasiones lo chismorboso trágico invade lo edulcorado, como sucede con las casas reales moneguescas o británicas, que son más bien proclives al escándalo y a la tragedia. Después de aquel espectacular casamiento que con los años terminó primero en escándalo y finalmente en accidente con rumores de asesinato, nos venimos a enterar que la aristocrática cenicienta dejó un vídeo donde dice que don Charles es impotente, lo que vendría a agravar su pinta de aburrido crónico.

La Máxima cenicienta es la nuestra, ya que las casas reales cada tanto bajan sus exigencias y condiciones de ingreso y en este caso premiaron a una plebeya sudaca y con padre emparentado con el Proceso. Para mayo se viene la cenicienta periodista con el heredero de la casa real española, un poco más modesta en rumores y en gastos que la casa inglesa o la del principado. Pero ya se asoman las primeras desmesuras. Un balcón en las cercanías de la iglesia donde se consagrará la unión se alquila a 18.000 euros (base cuádruple y con 1/2 pensión). ¿Para ver qué? Un chiste posible: para ver un cuento real. Mientras tanto, la realidad de las desmesuras de la injusticia sigue su curso. En el continente más educado y con las familias más educadas.

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