| domingo, 29 de febrero de 2004 | Rosario desconocida Personajes de Alberdi José Mario Bonacci (*) Como conclusión de la entrega anterior, el panorama patrimonial e histórico del barrio de Alberdi exige dirigir la atención hacia el pasado del barrio en cuanto a vivencias y costumbres que fortalecían su idiosincracia, así como presencias humanas notables que iluminan también el presente, en la seguridad de que muchas más son dignas de incluirse en un recuento limitado por exigencias del espacio.
El territorio brinda a su gente ráfagas de imágenes y sonidos que ya no están, como lo fue el del ferrocarril moviéndose por la "calle larga", o los gritos y expresiones de un hipódromo que hasta 1940 vibró a su vera. Estaba ubicado a unos trescientos metros al sur de Villa Hortensia.
Es posible imaginar que aún suena el cornetín del mayoral encargado de conducir lentos y ruidosos tranvías a caballo, entremezclados con paseos por el bulevar o reuniones sociales de quienes "se llegaban desde Rosario" en fines de semana, alojándose en aquellos interiores fastuosos de mansiones que fueron fijando sus lugares especialmente a la vera de la calle larga o también "calle central".
El pasado guarda visiones entre lo que fue el centro poblado del lugar y un ambiente a puro campo que persistió hasta bien avanzado el siglo XX, en un entrecruzamiento de chatas, carros, sulkys o "tilburys" compitiendo con los primeros automóviles en un horizonte donde lo que sería la gran ciudad comenzaba a despertar.
El "campo alberdiano" fue desapareciendo y mostró su nueva condición cuando en 1919 el pueblo inicial se anexó a la circunscripción de Rosario. Tiberio Gombos trata en la Revista de Historia Nº 15-16 bajo el título de "Una isla suprimida" sobre cómo el barrio de Alberdi perdió su isla de los bañistas en atención a un mal interpretado progreso especulador.
Salvador Zaino pintó una visión de esta zona donde se observa la bajada Puccio de tierra, con la citada isla y la visión borrosa de la ciudad hacia el sur, que se incluye hoy en el patrimonio del Museo de Bellas Artes "Juan B. Castagnino".
Otro referente de valor para indagar las tierras de Alberdi en tiempos ya idos es la obra de W. G. Weyland, denominada "El chalet de las ranas".
Manzana Nº 23 La manzana Nº 23 no llegó a ser ocupada por Juan Bautista Alberdi. Tampoco ha quedado en ella rastro alguno del campamento militar que el general Urquiza plantó allí cuando su marcha hacia Buenos Aires. Frente a esta manzana nació en 1922 la plaza Santos Dumont con su mirador, tema con el que iniciamos esta serie el 8 de junio de 2003. En este presente, Alberdi cobija a descendientes de los pioneros asentados en el pueblo inicial.
Pedro Goyenechea repite la tradición familiar y expresa su propia memoria, recordando que de niño era llevado a la generosa casona de su abuelo porque el clima puro del lugar mitigaba su asma.
Los grandes chalets se ubicaban al este del bulevar para dar la espalda a la arena que el viento traía desde el río. La esquina actual de Aráoz y Rondeau contenía los corrales de caballos que movían el "tramway". Diariamente la figura típica de Gorrión aparecía en el callejón con cuatro o cinco vacunos para vender leche "al pie de la vaca", de puerta en puerta.
En La Florida, frente al río, se milongueaba en El Recluta con carpa y piso de tierra. Hasta 1960, estaba en Chiclana y la vía, el depósito de carros de basura tirados por caballos, visión opuesta a la de los corsos con floridas carrozas que desde Vila hasta Gallo regalaban su fantasía en el cantero central del bulevar orlado por los gigantescos eucaliptus. En cambio sobre J. C. Paz entre Freyre y Pedriel, vivieron un tiempo marineros alemanes del Graff Spee, hundido en el puerto de Montevideo.
Corsos más cercanos como los de plaza Gálvez, de Maciel y Mazza, con familias y disfraces llenando "la plaza de los locos", así llamada por ser el paseo de los internos de una vecina clínica psiquiátrica, como los bailes en La Rambla con Mario Clavel y sus boleros, y los bailes blancos de Rowing, más su amistad vecinal con Carlos Uriarte a quien el matrimonio Assi-Pareti tiernamente califica como "un viejo divino, bohemio, jodido y genial", integran sus recuerdos.
Olga, Leticia y otros En Agrelo y Larrechea, las míticas hermanas Olga y Leticia Cossettini gestaron la experiencia no habitual de "La escuela serena" durante casi veinte años. En 1950 fue clausurada por decreto suscripto por el ministro de Educación doctor Raúl Rapella.
La innovadora escuela rosarina tuvo entre sus principales protectores a don Hilarión Hernández Larguía, Gabriela Mistral, Julio Cortázar, Javier Villafañe y tantas otras personalidades. Su personal fue cesanteado y el ingreso vallado con maderas clavadas a sus puertas (consultar Nº 19 de "Historias de Aquí a la Vuelta").
Salvador Zaino, autor de frescos en el foyer del Teatro El Círculo entre otras obras, vivió hasta su muerte en Alvarez Thomas 2049 y Juan Grela lo hizo junto a Aid Herrera en bulevar Rondeau 1605 esquina Vila, mientras que el artista plástico Carlos Uriarte estuvo hasta su muerte en la casona de calle Washington entre Mazza y Alvarez Thomas.
Wladimiro Acosta, ruso, arquitecto, vive un tiempo en Italia y Brasil y recala en Buenos Aires hasta su muerte. De sensibilidad exquisita, diseña la escenografía para el "Fausto" de Murnau, y crea el sistema "Helios" como guía para una arquitectura nacida del respeto absoluto hacia las condicionantes climáticas de un sitio determinado. Entre obras brillantes, concibe las colonias psiquiátricas de Santa Fe ciudad y Oliveros y deja su testimonio en Alberdi con la magnífica residencia de Alvarez Thomas 1451 y su mensaje de austeridad cubista adscripta a la poética formal de Le Corbusier. Fue visitante asiduo de la Escuela de Arquitectura de Rosario. Fue el único de los nombrados que no vivió en Rosario.
En cambio Leticia Cossettini, tiene su domicilio en Sorrento, nacido también como pueblo y que siguió un proceso idéntico al de Alberdi, a metros del límite entre los dos. La presencia de esta incomparable mujer, última representante de estos poetas de la vida, sigue perfumando el cielo asomado por sobre los generosos árboles que enriquecen los rincones una vez transcurrido hacia el norte el arroyo Ludueña.
Podría narrarse mucho más que esto. Pensamos que resulta acertado dejar que los habitantes de la zona dejen hablar al sentimiento por el lugar que los cobija fortaleciendo la propia identidad. Este es uno de los caminos que los pueblos maduros suelen recorrer para hacerse fuertes y perdurar en el firmamento de la cultura universal.
(*)Arquitecto
[email protected] enviar nota por e-mail | | Fotos | | Leticia Cossettini gestó con su hermana Olga, ya fallecida, la "escuela serena". | | |