| domingo, 29 de febrero de 2004 | Entorno hostil, final previsible Un padre muerto en un tiroteo, una familia que no brindó contención, el consumo de poxirrán y la alternancia cíclica entre la incursión en el delito y el encierro distinguieron la vida y el trágico final de Claudio Moreira. Así surge de los diagnósticos que le practicaron desde la Dirección Provincial del Menor en Conflicto con la Ley Penal cuando tenía 14 años.
El 22 de abril de 2003 Claudio Moreira se presentó tranquilo a la entrevista que le hicieron desde esa institución. Reconoció sin más haber cometido el ilícito que le achacaban junto a un primo de 12 años y en seguida brindó una explicación acerca de su comportamiento: "Claudio expresa que el origen de sus dificultades estaría en los efectos que le causó la muerte de su padre en un tiroteo con la policía", dice el diagnóstico psicológico remitido a Tribunales.
Y sigue: "El consumo de poxirrán motivó que tuviera poco conocimiento de lo que le sucedía. Ese consumo parece ser significativo en el adolescente. Es un indicador de su desprotección y la falta de contención de su familia".
Para ese entonces Claudio ya había paseado su menudo cuerpo de 14 años por el Hogar Casa Joven, volvió a ser detenido en ocasión de una visita a su madre, mantuvo -al igual que en las cárceles de adultos- encontronazos con "presos santafesinos" tan menores de edad como él y estuvo detenido en una seccional policial en la que "nunca recibió la visita de su madre".
Un año después todo seguía igual. El 26 de marzo de 2003 cayó detenido por un robo calificado y lo alojaron en la comisaría 6ª. Por su corta edad y "los riesgos a los que se expone en libertad" los profesionales recomendaron que lo derivaran al Instituto de Recuperación de Adolescentes de Rosario. Nueve meses más tarde, en libertad, sobrevino su muerte a balazos en un enfrentamiento con la policía. enviar nota por e-mail | | |