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 domingo, 29 de febrero de 2004

Cambio de actitud

Cuando se busca la perfección, se pone la mira tan alta que cuesta mucho llegar a estar satisfecha. Se acumulan sensaciones desagradables de frustración, y lo que originalmente era un impulso de autosuperación puede convertirse en un obstáculo. Para aprender a convivir con la imperfección habría que aprender a:

* Amar al cuerpo: porque permite sentir y actuar, y es el vehículo que confiere la identidad. Para aceptarse a uno mismo se ha de empezar por valorar y aceptar el propio cuerpo más allá de sus imperfecciones, cuidándolo por dentro y por fuera y aprendiendo a escuchar sus señales.

* Realizar cosas nuevas: es necesario perder el miedo al fracaso, a hacer el ridículo o a lo desconocido haciendo cosas diferentes y fuera de la rutina. El verdadero fracaso reside en ni siquiera intentarlo. Para aprender de los propios errores se necesita humildad y un poco de audacia.

* Vivenciar más que juzgar: además de ver las imperfecciones hay que saber apreciar lo positivo. Conviene abandonar por unos instantes los juicios, las comparaciones y la tendencia a guiarse más por la cabeza que por las sensaciones.

* Relajar la autocrítica: aunque se quiera ser más indulgente con uno mismo a veces cuesta frenar la tendencia autocrítica. En tales casos puede resultar de ayuda anotar lo que esa voz interior repite, porque al exteriorizarla se puede ser consciente de cuándo la autocrítica entra en acción y, por lo tanto, aprender a calmarla.

* Reconocer los errores: el orgullo aparece cuando se compite con los demás. El autocontrol mantiene una distancia emocional respecto a los otros. Cuando los errores o las carencias se interpretan como debilidades tienden a evitarse o esconderse. En cada uno de estos casos es importante reconocer qué impide aceptar la propia imperfección y remediarlo con la actitud contraria: humildad, confianza o capacidad para mostrar la vulnerabilidad.



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