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 domingo, 29 de febrero de 2004

Interiores: Más o menos

Jorge Besso

En nuestro idioma esta es una expresión de todos los días y de todos los momentos. De tan corriente que es ha llegado, en algunas ocasiones más bien especiales, a ocupar un lugar en el saludo. Esas ocasiones especiales son entre amigos, o entre gente con mucha confianza, lo que no deja de ser una de las formas de la amistad, como a veces ocurre con los compañeros de trabajo.

Situada en el saludo, la expresión más o menos, ocupa el lugar casi opuesto al todo bien, expresión muy sonora y popularizada desde hace algunos años, usada especialmente en momentos en que se hace manifiesto un empeño por aparecer bien, saludable y con optimismo, aunque esto no sea del todo cierto, y hasta en algunas ocasiones para nada cierto, mientras que en algunas gentes, esa misma expresión, tiene una sonoridad muy cercana a la del plástico.

En cambio, cuando alguien responde al saludo cotidiano con un "más o menos", se entiende en esos casos, que más o menos quiere decir menos, es decir que alguien está diciendo que está más bien que mal. De modo que la expresión no implica, ni mucho menos quiere decir, que se trate de una suerte de equilibrio entre el "más" y el "menos", como cuando se dice, a veces se gana y a veces se pierde.

El balance explícito o implícito entre las partes que componen el más o menos, es dibujado, en ciertos aspectos como en los balances empresariales. En las empresas muchas veces los "menos" son dibujados de tal forma para que no aparezcan y de este modo disimular pérdidas, o por el contrario se dibujan algunos "menos" de más para que no aparezcan ganancias. De cierta forma el humano que camina por las calles de la existencia, circula con balance dibujado, ocultando pérdidas o escondiendo ganancias según sea. Bien mirado, el más o menos es una calidad consubstancial al humano. En su versión standard, es decir en su modelo base es:

* Más o menos bueno.

* Más o menos malo.

* Más o menos inteligente.

* Más o menos estúpido.

* Más o menos voluntarioso y más o menos vago.

Y demás posibilidades básicas, como cierta capacidad de memoria, pero también de olvido, más o menos apasionado, más o menos frío, más o menos amoroso y también más o menos odioso, etcétera.

Es verdad que al modelo base se lo puede mejorar con la incorporación de opcionales, es decir con opciones a las que el propio individuo va accediendo y que lo van mejorando en el sentido de la bondad, de la pasión o acaso de la propia inteligencia. También puede suceder lo contrario y con el tiempo uno puede empeorar, por aquello de "mamá haceme grande que zonzo me hago solo". Sin olvidar, en el caso de este aserto, que tal vez se extralimita en su ironía, ya que si es la madre quien lo hace grande en realidad también es la madre quien lo hace zonzo. Todo lo cual viene a mostrar, una vez más, las dualidades humanas, a pesar de que en este aspecto, como en todos los otros no se pueda decir que todos los susodichos humanos sean iguales, ya que si algo quiere decir humano es precisamente: especie viviente de una infinita variedad. A lo que habría que agregar que las propias variedades no son estables, como, por caso, la camada actual de argentinos es bastante distinta a la de 100 años atrás, época en que los habitantes de estas tierras miraban con suma desconfianza a los inmigrantes que bajaban de los barcos. Como por lo general bajaban con hambre, se los consideraba muertos de hambre. La convicción de que esta era la patria de la comida, llegó hasta el célebre general, que pensó que el futuro estaba en las tierras con alimentos, lo que es sólo una parte de la verdad, ya que no se puede olvidar que el futuro y la comida están más bien donde está la plata, y sobre todo para los que la tienen.

En el cambio del siglo y milenio, y en menor medida hoy, muchos argentinos veían el futuro precisamente en aquellas patrias que habían expulsado a los con menos recursos, y cuyos nietos eran recibidos con recelo en la prosperidad actual del primer mundo, sin que les dieran las posibilidades que encontraron aquí sus abuelos. Es decir que hay estabilidades e infinitas variaciones en los humanos, en general y en particular.

Como dice el saber popular, todo el mundo tiene sus más y sus menos. Lo que viene a decir que muchas oscilaciones humanas tienen que ver con las danzas interiores, con los equilibrios internos, y fundamentalmente con los desequilibrios, entre lo positivo y lo negativo. En las infancias de la mitad del siglo pasado los adultos muchas veces se divertían con los niños con algunos juegos para probar a los más o menos inteligentes y a los más o menos estúpidos. Cada tanto aparecía alguien que soltaba la ingeniosa pregunta: ¿qué pesa más, un kilo de plomo o uno de plumas? Los más cegados por la mayor solidez del plomo con respecto a la volatilidad de las plumas se apresuraban a responder el plomo, sin advertir que un kilo es igual a un kilo, independientemente de que kilo se trate, ya que para los números es así.

Pero lo cuantitativo no siempre se lleva bien con lo cualitativo, y en este sentido cabe preguntarse si un kilo positivo pesa igual que un kilo negativo, ya que por alguna razón no cuantitativa lo negativo pareciera pesar siempre más. Como si el kilo positivo se pudiera volar como las plumas y en cambio el kilo negativo se pudiera arraigar como el plomo.

El sentido común parece decir que al humano le va la mezcla. El más o menos. Ya que un negativo crónico es un plomo y un positivo de sonrisa perenne un volátil. En suma, todos somos más o menos. Según las épocas, el día, la hora o la situación. Ni más, ni menos.

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