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 domingo, 15 de febrero de 2004

Educación: Una relación casi olvidada

Marcela Isaías / La Capital

En épocas en que las preguntas sobre cómo lograr una mejor educación y arreglar un poco los males educativos que acaparan los titulares de los medios, viene bien recurrir a la enseñanza de los maestros de siempre. Y este es el caso de María Saleme de Bournichón.

Maestra, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba, María Saleme era reconocida en cuánto ámbito se presentara. Quizás en primera instancia por su figura pequeña, de cabello blanco permanentemente recogido, pero luego por la fuerza de sus reflexiones, dichas de la manera más sencilla.

La enseñanza de María Saleme se registra en varios sentidos. En cierta ocasión de un congreso de educación que reunía a expertos y profesores, cuando llegó el turno de las exposiciones de los maestros, la educadora cordobesa permaneció todo el tiempo escuchando, tomando nota y hasta intercambiando opiniones con ellos. Cualquiera que haya asistido a uno de estos eventos bien sabe que no es un hecho común que los disertantes invitados y hasta los mismos profesores asistentes se detengan a atender los trabajos de sus pares. Menos que los funcionarios lo hagan (por lo general abren y cierran los eventos).

Lo cierto es que María Saleme enseñaba también con su presencia. Escuchaba para aprender.


Sobre el conocimiento
María Saleme falleció en Córdoba en noviembre del año pasado. Era una defensora del oficio de enseñar, pero sobre todo del compromiso que el docente debe tener con su quehacer educativo. Viene bien recordar algunos pasajes de un trabajo que presentó en ocasión de un encuentro internacional de pedagogía y donde justamente se refería a una relación que ella denominaba casi olvidada: la del docente con el conocimiento.

Citando a Mario Benedetti, cuando dice: "¿De qué sirve un país inocente, sólo los países que pierden el candor podrán reconocer el enemigo", la educadora se preguntaba en relación a la educación: "También nosotros podríamos preguntarnos: ¿De qué sirve un docente inocente, cuando inocencia significa ignorancia planificada, justificada? Tal vez un poco tarde hayamos empezado a preocuparnos por desentrañar las causas profundas que provocan fracturas más o menos graves en la educación, más concretamente en la enseñanza".

En ese trabajo Saleme señalaba que mucho se trabajó en el análisis de los contenidos que debe enseñar la escuela, en la función real de la institución, en las potencialidades de los alumnos, en la tensión entre lo público y lo privado. Sin embargo, señalaba la relación del docente con el conocimiento como un punto olvidado.

"Tanto la relación con el conocimiento como la relación con el objeto mismo de conocimiento está signada por el quehacer de su profesión", aseguraba Saleme.

El vínculo es crucial si se piensa -como decía la educadora- que el docente no puede buscar el saber por el saber mismo, o por satisfacción personal, sí en cambio profundizar en él "para ofrecer a otros la misma posibilidad, vale decir, el redescubrimiento de la realidad, el sentido de las cosas, la relación profunda entre los saberes heredados de distintas culturas; la posibilidad de entrar a un siglo con una propuesta desde otra forma de conocer que favorezca humanizar la naturaleza y naturalizar al hombre".

Saleme tenía para sus reflexiones nuevas preguntas: "Pero ¿cómo enseña esto un docente, en su tarea cotidiana?". Entonces enseñaba: "Si un peón de ajedrez no sabe que puede neutralizar al rey, no lo jaquea. Un docente con oficio de peón de la cultura no domina estrategias de conocimiento, si bien en el terreno concreto de su acción resuelve pragmáticamente situaciones. No enseña más que lo que le enseñaron y tal como lo aprendió. No toca la raíz problemática de su campo. Si estuviera preparado para hacerse preguntas en lugar de perseguir respuestas, podría interpelar al objeto de conocimiento y al conocimiento mismo, sin abandonar por ello la tarea específica, ni la condición docente".

Y quizás la maestra delineaba algunas respuestas para interrogantes tan actuales como los que plantea la búsqueda de una educación de calidad: "¿Cómo puede ser formador de formadores si no tiene autonomía, si su relación con el poder es ambigua; si sabe solamente lo sabido; si su acercamiento al conocimiento consiste en reproducirlo; si enseñar consiste en puerilizar el conocimiento?"

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