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 domingo, 15 de febrero de 2004

Nobel de la Paz

Con mucho estupor y por qué no decirlo, desorientado, he leído hace pocos días en La Capital las postulaciones para Premio Nobel de la Paz de dos personajes que no son precisamente los campeones de la misma. Tony Blair, representante de un imperio casi en extinción que trata de prenderse a la cola del nuevo imperio en formación bajo la dirección de un gerente de las multinacionales llamado George W. Bush. Bush es "hijo del padre", y tiene las mismas aspiraciones de hegemonía mundial para imponer el sueño americano de la "abundancia máxima", no para todos por cierto, ya que hay en Estados Unidos unos 40 millones de habitantes que carecen de educación, salud y alimentación adecuados. Poseedores ambos países de las fuerzas de destrucción masiva más importantes del universo de todos los tiempos pueden llegar a provocar la desaparición de toda vida sobre el planeta. Una nueva desviación de las causas que dieran nacimiento a instituciones que al inicio tenían fines loables. Así fue como Alfred Nobel, inventor de la dinamita, quiso resarcir al mundo con premios hacia los descubrimientos e inventos más importantes que coadyuvaran al crecimiento de la humanidad en las áreas de la medicina, la física, la química, la literatura y a quienes lucharan por la paz definitiva del mundo. Pero no es la primera vez que este premio ha sido desvirtuado. También lo recibió Henry Kissinger, conductor del Plan Cóndor que tantas vidas humanas costara a nuestra sufrida Latinoamérica. Para satisfacer ese sueño ya está calculadas las pérdidas de vidas, incluidas las americanas. De esta manera se invaden pueblos con el pretexto de defender la "democracia", bombardeando y destruyendo cuantiosos bienes materiales, culturales y vidas humanas en las naciones sojuzgadas y logrando enormes beneficios con las reconstrucciones y deudas creadas para tal fin. Esperemos se haga la luz en quienes otorgan el Nobel de la Paz.

Efraín Hutt

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