La hora de las responsabilidades

El desastre ecológico de la laguna Quirno es un hecho que no puede pasar desapercibido por las autoridades competentes. Este espejo de agua, más conocido como laguna Rovea, tiene una historia con intereses en pugna. Su tamaño original era mucho menor y la pesca del pejerrey se hace desde hace muchos años, pero ocurrió que su superficie creció desproporcionadamente a raíz de canalizaciones que le aportaron gran cantidad de agua que invadió campos linderos, entre ellos los de Luis Enrique Rovea (por eso la denominación popular de la laguna) y de Ariel Brahím. A partir de allí ambos se convirtieron en impulsores de la cría del pejerrey, en los que vieron una forma de mitigar los efectos del anegamiento de sus propiedades.


Actividad comercial
Así las cosas, ambos explotan comercialmente la pesca bajo las reglas establecidas para la actividad por parte de la provincia. En este marco, según se sostiene en ámbitos de la actividad agropecuaria, surgieron dos sectores contrapuestos sobre las obras proyectadas para hacer descender las aguas a niveles históricos. Un sector dice que se recuperarían terrenos para la producción y el otro que es preferible seguir con la actual situación.

Polémicas aparte, ahora surge la cuestión de quién es el responsable del desastre. Por un lado, nadie previó que las altas temperaturas podrían causar semejante daño, por lo que se estaría ante un caso de inoperancia de los involucrados, tanto desde los particulares como del Estado provincial. Si todo ocurrió, como se dice, por la acción de un avión sería una grave negligencia.


Problema sanitario
De todos modos, ahora se cierne sobre Villa Cañás un grave problema sanitario, porque tantas toneladas de carne de pescado pudriéndose a poco menos de tres kilómetros del ejido urbano es suficiente motivo como para que las autoridades sanitarias adopten medidas que impidan algún tipo de consecuencia sobre la población, además de establecer responsabilidades y aplicar las normas legales que correspondan.