| miércoles, 11 de febrero de 2004 | Verdades y mentiras El ocultamiento de la verdad ha sido desde la antigüedad un factor componente del ejercicio de la dominación y el poder. Ya Maquiavelo, en su célebre obra "El príncipe", aconsejaba que para los gobernantes era preferible ser amado que temido, y que si para ello fuese menester falsear hechos, no habría que dudar. La invasión de Irak por las fuerzas militares norteamericanas y británicas se fundamentó en una campaña propagandística basada en informaciones falsas acerca de armas de destrucción masiva. Las multitudes que en todo el mundo marcharon contra la guerra imperial percibían lo falaz de los argumentos. Muertes, espanto y dolor sólo para apropiarse del petróleo iraquí. También en Latinoamérica se usaron argumentos conspirativos para derrocar gobiernos que impulsaban reformas sociales, la Guatemala de Jacobo Arbenz, el Chile de Salvador Allende, etcétera. La CIA y el Departamento de Estado se hacen ahora el mea culpa, pero la destrucción de vidas humanas no cesa. Bush y Blair siguen impertérritos sus políticas expansionistas de terrorismo de Estado global, incriminando a quienes en todo el planeta denuncian la barbarie. En tanto, entre secretos y mentiras, los mercaderes de la muerte continúan su festín expoliador. Es hora de que los pueblos tomen plena conciencia de sus derechos ya que sólo la constante lucha por su activa defensa es un antídoto contra el despotismo.
Carlos A. Solero
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