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 domingo, 08 de febrero de 2004

Los intelectuales argentinos y el III Congreso de la Lengua Española
"El castellano no debe tener complejos de inferioridad frente a la lengua imperial"
Juez y escritor, el jujeño Héctor Tizón será una de las personalidades que abrirán el evento en noviembre

Laura Vilche / La Capital

-¿Cómo prefiere que lo llame: Héctor o doctor Tizón?

-No, por Dios, dígame Héctor.

Así, comenzó la charla telefónica de La Capital con Héctor Tizón, el juez del Supremo Tribunal de Justicia de la provincia de Jujuy y escritor. Traducido al francés, inglés, ruso, polaco y alemán, Tizón es, según la crítica literaria, uno de los más grandes narradores contemporáneos en lengua española. Habló desde Yala, el pueblito donde vive, ubicado a 1.350 metros de altura, a 14 kilómetros de la capital jujeña y con apenas 1.256 habitantes. Es el lugar donde nació en 1929 y que lo vio hacerse adulto, abogado, periodista, diplomático, exiliado y "regresado", como le gusta decir.

Junto al mexicano Carlos Fuentes y el español Francisco Ayala, el jujeño abrirá en noviembre próximo el III Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebrará en Rosario. Autor de "La casa y el viento" (1984), "Extraño y pálido fulgor" (1999) y "Tierra de fronteras" (2000), entre otras obras, Tizón delineó algunas de las palabras que tal vez diga en esa oportunidad. Habló del idioma y dijo que los hablantes hispanos tienen "complejo de inferioridad" frente al inglés. "El español no corre riesgos -tranquilizó- es demasiado rico".

-¿Qué le parece a usted, que vive alejado de las grandes urbes, que el Congreso de la Lengua se haga en Rosario y no en Capital Federal?

-Me parece bien que los españoles se hayan acordado de la lengua y hayan organizado este Congreso huyendo de las grandes metrópolis. Aunque le voy a confesar que cuando me enteré que se hacía en Rosario, con total ignorancia, pregunté dónde alojarían a los reyes de España si ahí no hay hoteles cinco estrellas.

-En realidad no los hay.

-Pero no es lo más importante. Hace diez años que no voy por Rosario y quienes han estado por ahí dicen que ha crecido mucho. Será bueno visitar una ciudad transformada. Estoy contento por ir. Mire, a medida que envejezco me vuelvo más patriota, en el mejor sentido de la palabra.

-¿Y cuál es para usted el mejor sentido de esa palabra?

-Ser patriota es amar con reserva, a la patria, a las mujeres, a todo. Decía (Albert) Camus: "Quiero demasiado a mi patria como para ser nacionalista". Pero volviendo al tema de vivir lejos y aislado de las grandes urbes, digo que eso no es malo de por sí. Mire, acá el tiempo es gratis, no como en las grandes ciudades donde sólo los ricos tienen tiempo y le cuestionan a uno si se para a mirar las nubes, aquí sólo malgasta el tiempo el que hace porquerías. Además cada quien debe trabajar donde puede sin importar si el lugar tiene o no prestigio. No creo en los lugares prestigiosos, también París y Nueva York están llenos de idiotas.

-¿Qué pensó cuando lo invitaron al acto inaugural del Congreso?

-Que se habían confundido.

-Está pecando de modesto...

-No crea. Apenas me invitaron me dije que hablaría con alguien para que busque un sustituto. Es que son muchos los años, no tantos como los de Francisco Ayala que tiene 93, pero...quién sabe qué va a ocurrir hasta noviembre. Soy un veterano de guerra con cuatro by pass, un ex fumador de dos atados y medio de cigarrillos por día. Siempre digo que a partir de los 50 hay que cambiar las cañerías y no esperar el infarto, que en general llega en un momento inoportuno, y uno comete el pecado de morirse en posición ridícula.

-De todos modos para noviembre la cita está hecha. ¿Pensó qué dirá al público en ese acto inaugural?

-Será bueno hablar no sólo ante académicos. Mire que yo soy uno de ellos, pero nosotros los académicos somos los enterradores de la lengua, los funebreros, y al lenguaje lo mantiene la gente de la calle. Hay palabras que mueren y otras que cobran vida. ¿Usted sabe qué es un oflador?

-No.

-Es el palo de amasar con el que las mujeres también amenazaban a sus maridos. Y como nadie amasa ya, la palabra desapareció y aparecieron otras: gente en lugar de pueblo, por ejemplo. Yo soy partidario de usarlas todas, en materia de palabras soy un polígrafo, me gustan todas, como al polígamo le gustan las mujeres. Y pensando en el tema convocante ("Identidad lingüística y globalización") tal vez diga que la globalización no es un fenómeno ni bueno ni malo, y que no es la primera globalización de la historia de la humanidad, ya que también existió la del imperio romano y otomano. Y hay que sacarle todo el provecho a esto.

-¿Qué es peor, que el español se hable, se escriba o se traduzca mal?

-Lo peligroso es que se quieren traducir las obras de otras lenguas en un castellano neutro.

-¿Qué es eso?

-Eso querría saber yo. Creo que es algo así como un español castrado, ya que no existe nada neutro en la lengua, se habla de manera que se entienda, ni bien, ni mal. ¿Qué haría un castellano neutro con una palabra tan rica como durazno? ¿La traduciría con esa palabrota que es melocotón? Quevedo decía durazno como nosotros, entonces no me vengan con esa neolengua o castellano descafeinado. Y algo más, creo que el mayor problema con el castellano es ceder a esa especie de complejo de inferioridad frente a la lengua imperial.

-¿Al inglés?

-Claro, y me pregunto, ¿cuál es el verdadero inglés? ¿El que se habla en muchas partes del mundo o el de Shakespeare? Porque si alguien decide hablar el de Shakespeare en Texas, nadie lo entenderá. No hay que tener complejos frente al inglés. Representamos a una comunidad de naciones que agrupa ya a 400 millones de personas y el castellano es demasiado rico. No hay que hacer una cruzada frente a las palabras en inglés que se infiltran en el castellano, las cruzadas son malas: las hacen los fanáticos. Si una palabra es justa en el momento, hay que usarla sin problemas. Tenemos ejemplos ilustres en el castellano clásico, aportes de Garcilazo de la Vega, como el de llamar a un mozo garçon, él la incorporó sin el menor complejo. Si una palabra es más apropiada que la que tenemos, ¿por qué no usarla? Le voy a contar una anécdota. Una vez encontré a un hombre en una librería en el País Vasco, al que se le había subido lo vascongado a la cabeza. Le pregunté cómo se dice independencia en vasco y me dice: "No tenemos esa palabra". Entonces, le pregunté, ¿cómo diablos joroban tanto con el tema si ni siquiera tienen la palabra incorporada en su lengua? Les vendría bien usarla.

-Entonces usted cree que el español tiene pasado y futuro.

-Por suerte quienes lo hablamos crecemos y nos multiplicamos como pidió Cristo. Además, cada vez hay más medios mecánicos para reproducir nuestra lengua, como internet y tantas cosas, medios que hay que aprender a usar porque no hacerlo es como negarse a la luz eléctrica y seguir escribiendo junto a las velas.

-Usted dijo alguna vez que el juez que no tiene que ver con la literatura no es un buen juez ¿Por qué?

-Porque la literatura cuando es buena, realmente, expresa la vida, es un espejo de ella. De manera que un juez que realmente no tiene experiencia de la vida no puede administrar Justicia. Un magistrado debe saber que no hay hombres totalmente buenos, ni totalmente malos. Debe saber ponerse en el lugar del otro y debe conocer su lengua para dictar sentencias fundamentalmente claras. Porque cuando una sentencia no es clara, es porque el juez que está detrás es ignorante o está tratando de esconder algo.

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"Pensé que se habían confundido cuando me invitaron".

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