| sábado, 07 de febrero de 2004 | Lifschitz en el Café del Bajo -Pero Candi, mire quién está allí y viene hacia nuestra mesa. ¡El intendente Miguel Lifschitz! ¿Qué hacemos, Candi?!
-¿Acaso no le dije que íbamos a tener una visita trascendente? ¿Y qué vamos a hacer? Pues preguntarle aquellas cosas que nadie le pregunta al hombre. Porque cuando una persona llega al gobierno los periodistas sólo tienen en cuenta al funcionario. Nosotros desde el arranque preguntemos otras cosas. ¡Buenos días, intendente! Muchas gracias por compartir nuestra humilde mesa!
-¡Hola muchachos, un gusto!
-Intendente, no lo vamos a dejar respirar, así que empezamos. ¿Es creyente usted? ¿Cree en Dios?
-Yo soy agnóstico, como la mayoría de los socialistas. Mi padre era también socialista y mi madre sí, era una mujer muy convencida de lo espiritual y de lo religioso. De tal manera que he tenido en ese sentido una formación bastante integral y tengo un gran respeto por las personas que creen y que pertenecen a un culto o religión. Creo que es muy importante para la persona tener una creencia y una fe, pero yo creo profundamente en la vida y profundamente en el hombre y en su posibilidad de desarrollo y de progreso.
-Pero supóngase que un buen día se le presenta Dios y tuviera la oportunidad de pedir un deseo. ¿Qué le pediría?
-Le pediría igualdad de posibilidades y de oportunidades para todas las personas de nuestro país y fundamentalmente para los niños.
-¿Puede controlar fácilmente sus emociones?
-Sí, yo creo que la práctica política, muchos años de función pública nos obligan a orientar las emociones que obviamente son parte de la condición humana en función de lograr determinados objetivos.
-¿Puede recordar algo en su vida que lo haya apenado mucho?
-Muchas cosas. En lo personal y en lo que ha sido la vida institucional y política de este país que me causaron pena y tristeza. Fundamentalmente y sobre todo en la función que hoy tengo me produce una gran tristeza y una profunda pena ver a tantas familias trabajadoras de este país que hoy por hoy no tienen la posibilidad de tener acceso a un trabajo digno y de llevarles sustento a sus hijos.
-¿Es un hombre sensible? ¿Cuándo fue la última vez que lloró y por qué?
-Soy una persona muy sensible y la última vez que lloré fue cuando falleció mi padre, hace cuatro años. Yo tenía un gran respeto por él, un gran afecto y profunda admiración. Además de esto, muchas situaciones que tienen que ver con las personas más humildes y con las cuales como intendente tengo que estar en contacto me producen lágrimas, pero como un momento que recuerde y trascendente, el fallecimiento de mi padre.
-¿Qué le fastidia en una persona?
-La hipocresía y la cobardía.
-En lo personal creo que el setenta por ciento de las penas de las personas, al menos en este país, las causan los gobiernos. ¿Comparte ese criterio?
-Creo que sí. Creo que los argentinos no hemos tenido en general los gobiernos que hubiéramos merecido. Esta es la gran deuda que tiene la clase política para con la sociedad. Este es un gran país, tenemos una población muy sufrida y con grandes valores y creo que la gente todavía está esperando gobiernos que estén a la altura de las expectativas que tiene este país, esta provincia y también la ciudad.
-¿Usted cree que desde la Intendencia puede ayudar en alguna medida a atenuar este sufrimiento?
-Sin duda, porque desde el municipio podemos resolver muchos problemas y aunque hay otros que no son competencia exclusiva del municipio, creo que podemos desarrollar un papel importante en conjunto con la provincia y con la Nación. Ser intendente hoy por hoy significa de alguna manera hacerse cargo de los problemas de la gente. Son muchos y tenemos que tener una intervención activa y protagónica. Bueno muchachos, debo retornar a mis funciones, pero ¿nos vemos mañana, domingo, más tranquilos, tomamos otro café y charlamos?
-Será un verdadero honor, intendente. Lo esperamos.
-¡Qué hombre, Candi! Tiene razón usted. Este será un buen intendente.
Candi II
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