| viernes, 30 de enero de 2004 | Encargada de un comedor de barrio presa por un crimen Tiene 26 años y frente a su casa apareció baleado un joven, en Villa Banana. Creen que lo tomó por un ladrón Una mujer que atendía un comedor comunitario en Villa Banana quedó detenida por el homicidio de un muchacho con retraso madurativo ocurrido el 15 de enero pasado. El crimen de Héctor Almada, que era conocido en el barrio como Piturri, conmovió a los vecinos y los militantes de la comunidad cristiana de base Mensajeros de Jesús, a la cual pertenecía.
La acusada de haberle disparado fue identificada por la policía como Marianela Muñoz, de 26 años. Es la dueña de la casa frente a la cual apareció el cuerpo de Almada. La mujer fue citada por la policía en varias oportunidades a raíz del crimen, y en todas negó que hubiese disparado.
Ayer, el juez Juan José Pazos ordenó su detención y el allanamiento de su casa después de tener los resultados de las pericias balísticas y de criminalística.
Esas medidas corroboraron una versión llegada a oídos de los policías sobre lo que podría haber ocurrido. El relato indicaba que desde la casa habían efectuado un disparo al aire, a modo de intimidación, quizá al confundir a Piturri con un ladrón. Ese primer proyectil, comprobó la policía, había quedado alojado en un cartel ubicado frente a la casa de Muñoz. Las pericias sobre el proyectil indicaron que su ejecución era reciente y correspondía al calibre del arma que mató a Almada, indicó Daniel Corbellini, jefe de la brigada de Homicidios. También concluyeron que el disparo partió de la casa de la mujer.
Muñoz, que también es conocida como Tuqui, fue detenida ayer y trasladada a la seccional 13ª. El arma con la que dispararon a Almada no estaba en la casa y aún no había sido hallada.
La hipótesis de la policía es que el muchacho podría haberse colgado de la reja que rodea la casa de Muñoz, o quizá intentara entrar, y que su actitud hizo que lo confundieran con un ladrón.
Almada tenía 22 años, pero aparentaba muchos menos a causa de un retardo que no le impedía tener una actividad intensa. Hacía los mandados a los vecinos, cuidaba los hijos de mujeres del barrio y vigilaba coches por monedas en el Hospital Carrasco. Como iba todos los días, también proveía de medicamentos y turnos a sus vecinos. Le gustaba la música, y no se perdía un sábado en el boliche Mogambo, de 27 de Febrero y Avellaneda.
Sus amigos confiaron que se enamoraba indefectiblemente de todas las chicas, que sabían como serenarlo si se entusiasmaba demasiado, o se volvía cargoso en el baile. También le encantaba jugar al fútbol.
El jueves 15 de enero, Piturri fue hallado con un disparo en el pecho en Gütemberg al 2800, a pocos metros de su casa, donde su mamá lo buscaba desde hacía cuatro días. Su muerte inquietó a los compañeros de la comunidad Mensajeros de Jesús, ya que los familiares vieron que el cuerpo del muchacho tenía marcas en las muñecas como si hubiera estado maniatado y otras, como de quemaduras de cigarrillos en distintas partes del cuerpo. Pero tanto la autopsia como los policías que lo hallaron descartaron que el joven tuviera rastros de tormentos. enviar nota por e-mail | | |