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 viernes, 30 de enero de 2004

Reflexiones
La alimentación y sus modelos

Laura Hojman

Más allá de las condenables cuestiones socioeconómicas, se sabe cada día más a través de encuestas y de los mismos resultados comprobados que un número alto de chicos concurre a la escuela sin desayunar, o con una alimentación escasa y hasta falta de nutrientes.

En diversas pruebas -algunas psicométricas- tomadas en los chicos, se concluyó entre otras cuestiones que el desayuno tiene un efecto positivo sobre la memoria reciente, la fluidez verbal y la capacidad de atención, así como sobre la capacidad para realizar en forma sostenida ejercicios físicos.

Esto muchos padres lo desconocen, por la simple ignorancia, ya que a pesar de estar en condiciones de tomar todas las comidas, subestiman esta que gravita en el desarrollo, la atención y el aprendizaje.

Un estudio realizado por el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) que comprendió un total de 4.155 niños de segundo, cuarto y séptimo grados indagó el hábito y calidad de desayuno, y en una submuestra de ellos se realizó una serie de pruebas psicométricas y de rendimiento físico para evaluar el efecto de consumir o no desayuno.

Un tercio de los escolares presentó un desayuno insuficiente o directamente no tomó esa comida, mientras que sólo un 28 por ciento lo hizo en forma adecuada.

Mientras que prácticamente todos los escolares cubrieron sus recomendaciones de energía y nutrientes, una proporción importante de ellos tuvo una ingesta insuficiente en calcio, hierro, zinc y vitamina A.

Yendo al otro polo del país, en Humahuaca, Jujuy, por ejemplo, desde la Prelatura local se hicieron algunos estudios sobre el estado de los alumnos y su nutrición y se convino en que sería importante "enseñar a los chicos a comer frutas secas y semillas, superalimentos debido a sus propiedades benéficas para la salud -una alternativa, los maníes, y otra las semillas de girasol-".

Otra recomendación que parece obvia, pero que no se cumple prácticamente es que si el niño almuerza en el colegio, "los menúes deberían estar elaborados o supervisados por nutricionistas para asegurarse de que el chico reciba la ración que le corresponde respecto a calorías y proteínas".

Por otra parte, en las escuelas donde la materia nutrición no esté incluida en la currícula debería hacerse desde el jardín de infantes.

De los datos de la III Asamblea de la Prelatura de Humahuaca encontramos que el 64 por ciento de los niños menores de 6 años, recibe dietas con déficit en proteínas y vitaminas; el 23 por ciento con déficit en vitaminas, y sólo el 13 por ciento pueden considerarse dietas completas.

Se ha observado, también, que el niño tiene en la familia, generalmente, tres comidas diarias, de las cuales sólo el almuerzo tiene buena cantidad y calidad de aportes. Además, esta comida supone una situación significativa para la vida familiar y para las interacciones verbales de los niños.

La dieta habitual de los niños es rica en alimentos energéticos, pobre en proteínas y muy pobre en vitaminas y vegetales.

A pesar de la importancia de aprender los cuidados mencionados en la nutrición de los chicos, poco es lo que se controla de lo que consumen en la escuela, durante los recreos.

Los tradicionales quioscos, instalados en los pasillos y corredores, no proponen precisamente esos postulados sino que ofrecen a los chicos golosinas, alimentos ricos en azúcares, grasas y fritos y en algunos casos se convierten en una deficiente y poco aconsejable dieta diaria.

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