| miércoles, 28 de enero de 2004 | cartas Los muertos de Irak Cuando Bush leyó el discurso de ultimátum a Saddam Hussein en general hubo dos reacciones. A la mayoría el hecho les importó poco. Después de todo Irak está lejos y en última instancia la Argentina exporta petróleo y cereales, así que una buena guerra que corte el tráfico del crudo y haga que en algún lugar se pierdan cosechas a nosotros no nos viene mal. Parecería tonto entonces preocuparse, pero hubo otros que sentimos bronca que el gobierno de un país pueda considerarse la policía del mundo y pisotear a la propia ONU. Lamentablemente pareciera que muchos de los que en aquel momento se sintieron así, hoy sienten un vergonzoso placer vengativo cuando aparecen las noticias de los atentados en Irak y Afganistán. Así como en la guerra de Malvinas nuestros soldados, especialmente los de bajo rango, no eran precisamente apologistas de Galtieri y del Proceso militar sino más bien pibes que un día les dieron una arma y la orden de embarcarse a una guerra, también sería ingenuo pensar que todo soldado norteamericano es un imperialista de alma que desea ver al mundo convertido en una colonia norteamericana. La realidad es que en un país altamente injusto y sumamente racista el ejército es una salida laboral y de ascenso social para los negros, los latinos y las demás minorías. Son ellos, y no los generales que digitan la guerra o los hijos de los políticos norteamericanos quienes mueren en esos atentados. Son esas chicas y chicos quienes mueren hoy en Irak, como ayer murieron en Vietnam. Entre las víctimas de este imperialismo se cuentan también los propios ciudadanos norteamericanos. Bush tiene dos hijas con edad suficiente para ir a la guerra y que, por supuesto, no están en Irak (como tampoco Bush estuvo en Vietnam) sino que suelen aparecer cada tanto en las noticias por algún incidente relacionado con la bebida.
Aldo Luis Zicari
enviar nota por e-mail | | |