| domingo, 18 de enero de 2004 | Punto de vista: Rubias tontas y de otros tiempos José L. Cavazza / Escenario Está escrito y recontradicho de que "rubia y modelo" es una fórmula que dinamita la inteligencia femenina. En criollo, son chicas algo tontas, de azotea vacía o cabeza hueca. De todos modos, no hay que creer todo lo que se dice o está escrito. Hecha la aclaración, hay que acotar que las rubias "tontas" que hoy aparecen en las revistas o en la tele de aquí y del mundo entero, arrastran una estupidez muy acorde a los tiempos que corren. Grandiosas "tontas" eran las de antes, decerebradas maravillosas, casi transgresoras. Cuando Andy Warhol, a fines de los 60, pensó incorporar a la Velvet Underground (el grupo de Lou Reed y John Cale) una cara bonita al frente, eligió a la modelo alemana Christa Päffgen, conocida como Nico. Al grupo no le hizo ninguna gracia porque Nico desentonaba con su línea y ni siquiera sabía tocar un instrumento. La chica había trabajo con Federico Fellini y anunciado brandy de Osborne desnuda sobre un caballo en España. Pero Nico duró poco tiempo en la Velvet y también en la vida. En 1988 la muy tonta se cayó de su bicicleta y sus vicios mientras paseaba por la isla de Ibiza y murió. Una pequeña broma del destino. Otra blonda historia cuenta que a mediados de los 60 Salvador Dalí puso una extraña condición para dejarse retratar por un fotógrafo de una revista alemana: "Quiero una chica rubia que se deje hacer lo que yo quiera". El reportero dio con Lotte, una modelo de Copenhague, quien se prestó a viajar a la residencia del pintor en Port Lligat, en la Costa Brava. El fotógrafo dejó a la chica en la casa de Dalí y al regresar cinco horas después su cámara encontró una escena increíble: en medio de la calle estaba Dalí y a su lado, completamente desnuda, con un collar al cuello y sujeta por una correa de perro, andaba Lotte. El pintor le ordenó que bajara al fondo de una piscina, la puso de rodillas con un pequeño leopardo y empezó a regarla desde lo alto. En otro de sus fotografías con Lotte, le hacía las cosas más crueles, como colgarla por los pies o utilizarla como mesa para una cena. Nadie sabe que ocurrió después con Lotte, pero cuando su estancia en Port Lligat finalizó no paró de llorar hasta a Copenhague, porque no se quería marchar de la casa de Dalí. enviar nota por e-mail | | |