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 sábado, 17 de enero de 2004

Reflexiones
"Hombres corchos, por favor, abstenerse"

Jack Benoliel

"El hombre corcho, el hombre que nunca se hunde, sean cuales sean los acontecimientos turbios en que está mezclado, es el tipo más interesante de la fama de los pilletes". Es esta una frase de Roberto Arlt, que vivió tan solo 42 años (1900-1942), pero dejó una producción literaria no sólo vasta sino trascendente. Es autor de libros como "El juguete rabioso", "Los siete locos", "Los lanzallamas", y "El amor brujo". También escribió dos obras de cuentos: "El jorobadito" y "El criador de gorilas". Pero lo que le dió celebridad popular fueron sus "Aguafuertes porteñas" y sus "Aguafuertes españolas", publicadas con resonante éxito en el diario El Mundo, que incrementó considerablemente su tirada por la avidez que esas Aguafuertes despertaron en lectores de todo el país.

Julio Cortázar dice que el éxito de las "Aguafuertes porteñas" y otros textos periodísticos más generales, debieron alejarlo de la concentración obsesiva que las salas de redacción no habían podido robarle mientras escribía la saga de Erdosaín. "De paradojas así

-dice el autor de Rayuela- está lleno el panteón literario. Que lo digan Scott Fitzgerarld y Lalcom Lowry, entre otros". Pero ese hecho también fue vivido por Edgar Alan Poe y Fedor Dostoievski. Como se verá, Arlt está en buena compañía.

Una de sus aguafuertes la tituló así: "El hombre corcho". Y reflexionaré sobre el mensaje de su texto, ya que habiéndose publicado hace más de seis décadas, mantiene intacta su lozanía, lo que nos permite aseverar que el hombre corcho sigue vigente entre nosotros.

Ya lo consignamos en el comienzo. El hombre corcho es aquel que nunca se hunde. Y Arlt destaca la inteligencia y la peligrosidad del hombre corcho cuando dice: "Yo salí absuelto de culpa y cargo de ese proceso, con la constancia de que ni mi buen nombre ni mi honor quedan afectados, pongámonos las manos en los bolsillos; no hacerlo, puede pesarnos más tarde".

¿El proceso no lo afectó? Lo que ocurrió es que flotó. Flotó como el maldito corcho. Allí donde otro pobre diablo se habría hundido para siempre en la cárcel, en el deshonor y en la ignominia, el ciudadano corcho "encontró la triquiñuela de la ley, la escapatoria del código, la prescripción por negligencia de los curiales, de las aves negras, de los oficiales de justicia y de toda la corte de cuervos lustrosos y temibles. Ahora -agrega Arlt- sería interesante establecer si un proceso puede afectar lo que un hombre no tiene".

Este es el hombre corcho, amable y falso, simpático y terrible, exultante y calculador, que prospera en los ámbitos donde se hubiera encallado más de una preclara inteligencia, y acaso más de una conciencia esclarecida y batalladora al servicio del enaltecimiento de la condición humana. Flota, siempre flota el hombre corcho; flota en las aguas de la tempestad, serenamente, como flota el corcho. Y suele observar impávido el hundimiento de otros seres en esa tempestad que él contribuyó a desatar.

¿Qué hubiera opinado Arlt acerca de los hombres corchos de nuestro tiempo? ¿Cuál sería su pensamiento sobre algunos de nuestros hombres públicos no ajenos al culto del hombre corcho? La respuesta puede hallarse en otra de las aguafuertes, titulada: "Yo no tengo la culpa".

No pocos lectores consideraban que Arlt era un seudónimo. Y para Arlt no era nada agradable explicar a la gente que una vocal y tres consonantes pueden ser un apellido. "Yo no tengo la culpa", decía. Una lectora le escribe: "Dígame, ¿usted es el señor Roberto Giusti, el concejal del Partido Socialista Independiente?". "No", respondió. "Yo no soy ni puedo ser Roberto Giusti; a lo más, soy su tocayo, y más aún, si fuera concejal de un partido, no escribiría notas. Me dedicaría a dormir truculentas siestas y a «acomodarme» con todos los que tuvieran necesidad de un voto para hacer aprobar una ordenanza que les diera millones".

¿Qué les parece? Con ironía serena, delicado humor y honda verdad, es un mensaje para nuestro tiempo que ha legado Arlt. Que lo asimilen los pecadores y transgresores que defraudaron la fe pública.

"El futuro será nuestro por prepotencia de trabajo". Esta frase de Arlt suena como una conminación e invitación a alejarse de los hombres corchos, para acercarnos a los hombres probos, a los que saben de una conciencia en marcha en bien del país que merecemos. "Hombres corchos, por favor, abstenerse". De una vez, y para siempre. Abstenerse.

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