| sábado, 10 de enero de 2004 | Juicio divino Al final del prólogo a su evangelio, Juan, apóstol de Jesús, afirma que "a Dios nadie lo vio jamás", contrariando a los de su tiempo. Ello me inclina a pensar que cuando nos referimos en cualquier dimensión a algo que nos resulta desconocido en cuanto al saber humano, debemos cuidar atentamente ese inmenso detalle. La señorita Carmen Argibay, candidata a ministra de la Corte Suprema de Justicia, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, posee feminidad por naturaleza y dos brazos, uno derecho y otro izquierdo -según testimonios de sus semejantes-, lo cual nadie le podría negar. Pero afirma que es atea militante. Me permito llamarla hipócrita en el justo sentido de esa palabra, pues ser ateo significa no creer en la existencia de un Dios supuestamente imaginario con lo cual pretende negarlo sin conocerlo. ¿Juzgará con igual criterio a sus semejantes sometidos a sus fallos?
Juan E. Mattheus
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