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 miércoles, 10 de diciembre de 2003

Editorial
Preservar el patrimonio edilicio

Se lo ha asegurado en numerosas ocasiones a través de esta columna y conviene reiterarlo: las ciudades que mantienen y desarrollan su identidad son aquellas que se preocupan activamente por preservar su historia. Y dónde más si no en sus edificios es que una urbe puede rastrear los rasgos de su propia cara.

Rosario, sin embargo, no parece ser consciente del peso de esa verdad. Y peca frecuentemente de una imperdonable dosis de negligencia a la hora de proteger su patrimonio edilicio. Los casos son múltiples y particularmente emblemática resulta la pérdida irreparable de una mansión histórica que se hallaba en la esquina de bulevar Oroño y Córdoba y que fue, increíblemente, demolida.

Sin llegar a tales extremos de inconsciencia acerca de la importancia de cuidar el pasado, el lamentable estado en que se encuentra la iglesia del Perpetuo Socorro, situada en avenida Alberdi al 500, es otra demostración de la tendencia descripta. Grietas en las paredes, tejas de los techos que caen apenas sopla un poco de viento, mampostería vetusta y campanas que ya no se tañen por temor a que las vibraciones causen daños aún mayores son signos del abandono en que se halla sumido el templo.

Preocupado por la situación, el actual párroco -que llegó a la ciudad hace sólo tres meses- ha puesto manos a la obra después de largo tiempo de olvido. A tal fin consultó a especialistas de las facultades de Arquitectura e Ingeniería de la UNR y conformó una comisión destinada a rescatar el edificio.

Pero la tarea dista de ser sencilla. Es que los recursos para encararla escasean o, directamente, no existen. "Hacemos lo que podemos, con los pocos fondos que tenemos", cuenta el padre Silvio Bisi. Y luego describe otro de los problemas que aquejan al templo: la alta velocidad a la que circulan por avenida Alberdi vehículos pesados, generando así movimientos que amenazan la ya debilitada estructura.

Perpetuo Socorro significa mucho más que una iglesia, es el símbolo de un barrio populoso y tradicional de Rosario. La obtención de recursos para devolverle su esplendor original debe verse como una responsabilidad institucional, por supuesto, pero también como un imperativo comunitario. La degradación de valores que trae consigo toda crisis suele reflejarse en la destrucción de lo más preciado del entorno. Urge comenzar a transitar otro camino.

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