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 miércoles, 10 de diciembre de 2003

Un final inesperado en una tira que mostró por qué fue distinta
El último capítulo de "Resistiré" cerró a pura emoción
Doval, un enigmático caníbal, explotó en una escena terrorífica. Moreno fingió su muerte y se quedó con Julia

Pedro Squillaci / La Capital

Un final brutal. El último capítulo de "Resistiré" emitido anoche por Telefé marcó un antes y un después en la historia de la telenovela argentina. Murió el personaje central, los culpables políticos quedaron impunes y parecía que la pareja protagonista no comía perdices. Y como si esto fuera poco, el villano explotó por los aires en una escena propia de una película de ciencia ficción. El epílogo también tuvo suspenso, humor y cierre inesperado, pero feliz. Después de todo, era una telenovela.

Doval fue tan perverso como parecía. No era un vampiro como muchos pensaban, pero sí un caníbal. Lo que comía no era otra cosa que el cuerpo de su tío Octavio, ese enigmático personaje al que mató porque era la única forma de sobrevivir, dado que su carne y su sangre contenían anticuerpos para regenerar sus glóbulos rojos. Primer gran misterio develado.

Otra incógnita era la fórmula del doctor Malaguer. Finalmente se supo que lo que quería Doval era conseguir "lo inverso de la vida infinita". Su estrategia, basada en una suerte de eugenesia, era obtener una droga para "matar a los enajenados o tibios y que vivan los mejores".

Nada de eso pudo hacer. En realidad, Malaguer consiguió la fórmula, y Doval aprovechó para tomársela toda junta y literalmente explotar -luego de una monstruosa transformación- en una de las escenas mejor logradas que haya mostrado la TV argentina.

Otra explosión fortísima fue la de la casa de al lado. Doval activó una bomba y todo el siniestro tráfico de sangre quedó en escombros. En medio de las montañas de cascotes quedó Diego Moreno. La policía había llegado hasta allí, junto con la impetuosa jueza, pero no pudo impedir que el héroe sobreviviera. Julia y Martina, abrazadas, eran un solo llanto. Las dos habían perdido a su verdadero amor.

A todo esto, Norton y Pérez Castelar, representando al poder político y empresarial más perverso y más argentino, quedaban libres de todo cargo. Encima, el senador nacional se regodeaba en una casa de fin de semana junto a Rosario que, fiel a su hábito acomodaticio, ya era tapa de revistas y soñaba con una candidatura a diputada nacional.

Todo iba a terminar bastante mal. La foto de Diego Moreno lucía desde una tumba, y sólo quedaba la alegría de verlos a Andrés y Leonarda paseando disfrazados, como dos tortolitos, en los jardines de un neuropsiquiátrico.

Y cuando transcurría casi una hora y media del capítulo, vendría lo inesperado. Julia, desde un palacio de París, compartía su soledad con Carolina, la hija de Doval que ya hablaba en francés y contaba que se estaba enamorando de un lindo muchacho.

Hasta que la mucama anuncia la llegada de un tal Jean Luc Gabar. En medio del suspenso, el joven muestra su cara. Y no era otro que Diego Moreno, con otra identidad, a la que tuvo que recurrir, vía artilugio judicial, para zafar de la prisión. Un final distinto, pero de telenovela.

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Doval mira la fórmula famosa, Moreno lo apunta.

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