| lunes, 08 de diciembre de 2003 | Fito Páez despidió el año con un show emotivo en un Anfiteatro colmado La entrega de un músico que lleva las marcas de los rosarinos en su piel El artista aseguró que fue el mejor recital de la gira Pedro Squillaci / La Capital A corazón abierto. Así fue el show que Fito Páez brindó el sábado pasado ante un Anfiteatro colmado. "No sé si esta es la noche de ustedes, pero la mía sí", le dijo a un público al que identificó alternativamente como "amores" o simplemente "Rosario". Páez demostró quizá más que nunca que el idilio que tiene con su ciudad y su gente es parte de su naturaleza. Entregó el alma, cantó dos horas y media, revivió temas casi olvidados, por momentos logró una intimidad de café concert y por otros sonó tan heavy como cuando destilaba odio ante los pobres corazones. Con todo, Fito redondeó una noche a pura emoción.
De blanco impecable, rodeado de un set de teclados al tono, el singular músico rosarino arrancó a las 22 en punto con "Nuevo", pero en una versión más cadenciosa que la que abre su último CD "Naturaleza sangre".
Lo secundó la prolija banda que lo viene acompañando en esta etapa, con el peso específico puesto en Gonzalo Aloras (guitarra y coros) y Guillermo Vadalá (bajo), un escalón más abajo en Carlos Valarella (guitarras, teclados y coros), y dos peldaños atrás Javier Lozano (teclados) y Sergio Verdinelli (batería), que por momentos parecen dos sesionistas, que tocan lo que la partitura exige, sin los aportes sutiles que debe tener un músico de la banda de Fito.
La puesta del show fue brillante. Desde el telón hasta las pantallas de fondo del escenario, todo tuvo la estética rojo sangre del último trabajo de Páez. Se diagramó un espectáculo cuidado, que se notó en la iluminación, en los climas logrados y en la selección del repertorio. Salvo "Ojos rojos" sonó todo "Naturaleza sangre", pero también los clásicos remozados, y hasta algún tema de Charly García a pedido (ver aparte).
"Bueno, voy a tocar el piano. A ver, pídanle a otro que toque el pianito, a Ricky Martin, a Chayanne, por no nombrar algunos músicos nacionales", desafió Fito antes de lanzarse a un popurrí memorable. Empezó con "Buenos tiempos", siguió con "Las tardes del sol, las noches del agua", "Cable a tierra", "Tema de Piluso" y cerró el bloque con "11 y 6".
A Fito se lo notó radiante, exultante, maduro y superprofesional. Disfrutó cada acorde de cada tema, y demostró una vez más lo celoso que es en su trabajo cuando cortó el comienzo de "Insoportable", para marcarle el tempo apropiado al baterista.
"Vamos a tocar dos temas de «Ey» que no hacemos nunca" dijo un artista que invitaba a la nostalgia al recordar que ese disco lo había presentado en Rosario hace casi 16 años. "Lo que perdemos lo volvemos a amar", cantó en "Tatuaje falso", mientras muchos trataban de recordar cómo seguía la letra. Después llegó "Alacrán (resaca)" con una banda que sonó bien podrida como en aquellos tiempos aunque esa resaca hoy se convirtió en una máxima tanguera: "El calavera no chilla", dijo Fito en medio de una cerrada ovación.
Los momentos más sentidos de la noche llegaron con tres temas de "El amor después del amor". "Tumbas de la gloria", en el que admitió que "tiene algo de Piazzolla, Charly y Luis"; "Brillante sobre el mic", con los cricket encendidos; y "A rodar la vida", con las remeras al viento.
El bis fue como un regalo de fin de año. "Este fue el mejor show de la gira", aseguró Fito y le devolvió el amor a su gente con "Mariposa technicolor". "Llevo tus marcas en mi piel, y hoy sólo te vuelvo a ver", cantó con los brazos abiertos. Como abrazando a todos. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Fito tocó sin parar durante dos horas y media. | | |