| domingo, 07 de diciembre de 2003 | Rosario desconocida: señales insólitas José Mario Bonacci (*) Las ciudades se desarrollan en el tiempo y van absorbiendo agregados y desapariciones u ocultamientos deseados o imprevistos. El proceso involucra a las corrientes artísticas, las modas, las improvisaciones y acciones gratuitas que borran o integran detalles y acentos visuales desconocidos, incomprendidos por la gente.
Así también una ciudad cambia en su marcha y se fagocita a sí misma en el afán de expansión. Una nueva época destruye parte de las anteriores e incluye otros elementos urbanos, muchas veces sin plan o idea previa concreta que defienda lo valorable en el campo de la tradición y lo inserto en la memoria colectiva.
El proceso en su transcurso deja en el cuerpo de piedra ciertas señales o "puntos insólitos" no incluidos en algún capítulo de consulta, aportando golpes de sorpresa al ser descubiertos.
Parecen no haber nacido de una decisión precisa pero llaman la atención, marcan un lugar sin pedir permiso aun a fuerza de agregar cuotas de confusión por lo inesperado, y lejos de ser negativas alimentan la decisión de investigar y encontrar la razón que explique su existencia.
Pretender que un lugar se exhiba en perfecto orden descriptivo y cronológico, es olvidar que la existencia misma transita estos caminos con sorpresas, cambios, aparentes incongruencias, y al final ellas no son más que "la sal de la vida".
Extraño, sensual y atractivo De esto sabía algo Erasmo de Rotterdam. En su "Elogio de la locura" señala la imposibilidad del hombre de vivir en un mundo absolutamente racional, ordenado e inmodificable. En todo caso, estas presencias urbanas serían como un lunar cercando la boca de una hermosa mujer: extraño, sensual, atractivo...
Ningún lugar del planeta se exime de esto y nuestra ciudad también aporta su cuota. Algunas marcas son notables y otras pasan casi inadvertidas, pero unas y otras producen esa cuota de sorpresa insertas en la jungla urbana que se camina diariamente. Podemos comenzar señalando algunas.
En Mitre al 1000 desde un estacionamiento a mitad de cuadra se divisa una espléndida chimenea, como llamativo recuerdo de la famosa panadería "La Europea", hoy funcionando en otro rubro, exhibiendo su fantástica fachada modernista a la vuelta, sobre calle San Luis. Hasta 1950, cualquier fotografía general de la ciudad mostraba decenas de ellas. La señalada es prácticamente la última que existe en pie en el centro y no debiera desaparecer.
Templete romano Cerca de allí, desde la esquina noroeste de Rioja y Entre Ríos, puede observarse el remate de la propiedad de Rioja 1285, donde se observa un pequeño altillo diseñado a la manera de un templete romano, con ventanas u hornacinas circulares y ciegas y sin guardar parentesco estilístico con la construcción inferior. ¿Quién lo ideó, cómo, cuándo y por qué? En su flanco sur un ordinario tanque de agua lo ignora de espaldas.
En peatonal Córdoba al 900, el anexo del Banco de Santa Fe fue en inicios del siglo XX la tienda "Gath y Chaves", construida en estilo inglés. Luego se remodela con "borrado" de su fachada original, y se instala allí la tienda "Los Gobelinos". Es cuando el edificio original se resiste a desaparecer del todo y quedan en lo alto dos "cúpulas planas" del techo original, ocultadas por dos ventanas "decorativas". El actual banco y su remodelación no han alterado estas presencias y una es visible desde Córdoba 957 (ingreso a Galería del Paseo).
Córdoba y Laprida ochava sur-oeste, según Emilio Maisonave, padre de la casa central del Banco de Santa Fe, "fue obra de Durand, don Hilarión ajustó la planta y yo me las arreglé con la fachada". Su medianera oeste visible desde Córdoba 833, remata en un portal abierto al cielo, que proporciona su perfil, disimula odiosos caños técnicos y se convierte en buen ejemplo de astucia proyectual en pro de la estética. Pero hay un tema que incluye a otras historias.
Epica del inmigrante En Vera (Santa Fe), vecino a nuestra casa natal, vivió Amadeo Tentoni, calabrés, zapatero "remendón", a quien todos conocían como "Memé", responsable del bombo en la banda local. La ilusión de reencontrarse con su mujer hizo que durante más de cuarenta años le enviara cada tres meses un giro postal al Viejo Mundo.
Pero lamentablemente el encuentro nunca se produjo. Tampoco Memé tuvo jamás otra mujer y su cuerpo descansa en el pueblo que lo cobijó. El fue una presencia noble, escapada de una película de Fellini.
En esta ciudad, la arquitectura muestra testimonios teñidos de nostalgias que alimentan la épica del inmigrante con su frustrada esperanza del abrazo. Existen decenas de casas rematando en terrazas con balcones volados y sus barandas de hierro forjado en alta artesanía.
Lejos de casa
Un inmigrante, lejos de esposa e hijos trabajaba sin desmayos, ahorraba, y con los años construía una casa con el detalle apuntado. La fotografía, mensajera de la ilusión que aseguraba la previsión de ampliarla con un piso superior cuando ellos llegaran a la tierra de promisión, alimentaba ansias y alegrías de unos y otros.
Toda construcción que muestre hoy este rasgo, es prueba lascerante de que el reencuentro nunca se produjo y que murieron sin lograr estrecharse en un abrazo. Uno de estos ejemplos que quizás no alimente historias de inmigrantes, pero digno de destacarse por su calidad, está en 9 de Julio 1430, aunque existen en todos los barrios.
Para aquellos que miden la vida con la vara de los números, estas marcas urbanas pueden parecer intrascendentes o despreciables. Pero en el campo fértil de los sentimientos, de los deseos y de la nostalgia teñida por la angustia que produce la distancia, son otra cosa muy diferente. Vaya si lo son.
(*)Arquitecto
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