| domingo, 07 de diciembre de 2003 | Datos de una modalidad delictiva en crecimiento El robo de teléfonos celulares nutre un mercado negro fuera de control Revelan que los aparatos pueden ser revendidos en el circuito legal o utilizados para proveer repuestos Ariel Etcheverry / La Capital La marcada avidez que muestran grupos de delincuentes cada vez que dan un golpe por recolectar la mayor de cantidad de teléfonos celulares de sus víctimas no tiene otra explicación que la del crecimiento extraordinario experimentado en los últimos meses en el mercado paralelo de telefonía móvil. Quizás la última gran muestra de esa preferencia se vio el domingo pasado cuando por los menos cuatro hampones coparon la parrilla El Establo, de Pellegrini al 1700, y como primera medida comenzaron a juntar en una bolsa los aparatos de las personas presentes.
Eso ocurrió en un episodio singular. A plena tarde de domingo, treinta personas fueron sorprendidas mientras hacían la sobremesa en un restaurante ubicado en Pellegrini entre Italia y España, una zona muy concurrida a esa hora. Pero el robo de teléfono celulares se produce también a pequeña escala. Desde un arrebato en la calle hasta un robo a mano armada en comercios o casas de familia, los aparatos casi siempre son lo primero que van a parar a manos ajenas. Un alto porcentaje de esos teléfonos vuelven a la calle y son comercializados en locales habilitados al público a un precio sensiblemente menor al que se los suele encontrar en el mercado.
"Es muy fácil transformar un teléfono robado en uno legal. Sólo se necesita una computadora, un software y una conexión tipo interfase. Con esos elementos, se le cambian los códigos de identificación y así el aparato sustraído desaparece. Hoy por hoy, el mercado paralelo ha crecido tanto que ya se puede decir que es algo masivo", comentó un allegado a la venta legal de esos aparatos.
Después de la devaluación La fuente consultada habló con este diario bajo estricta reserva de identidad por temor a alguna represalia. Sucede que el mercado negro de telefonía tuvo una explosión fuerte desde principios de año hasta julio y los controles tanto de la Afip, Gendarmería, la policía y las propias empresas prestadoras del servicio brillan por su ausencia. Es común que en muchos negocios del centro, por ejemplo, aparezcan personas ofreciendo cantidad de teléfonos de dudoso origen.
Una explicación que ensayan distintos voceros para entender la expansión de este mercado paralelo es la devaluación del peso y la consiguiente suba de los precios de los aparatos celulares. De ser artículos al alcance de alguien con un sueldo medianamente regular pasó a constituirse en uno de lujo al compás del dólar. "Antes te los entregaban con una bolsa de tomates, hoy cuestan una fortuna", se sinceró otro vendedor de esta ciudad que, para ser más claro, dio cifras: "Un modelo Startac nuevo costaba antes de la devaluación 150 pesos. Ahora, el mismo teléfono pero usado vale 400".
Este comerciante, que también habla pero con preservación de su nombre, sostuvo que el robo de aparatos es más redituable que los de alhajas o relojes. No obstante aclaró que, en su opinión, "sólo un 20 ó 25 por ciento de lo robado vuelve a la calle como teléfonos nuevos. El mejor negocio es desarmarlo para repuestos. Sucede algo parecido a los autos, aunque los robos no son cruentos como los ocurridos en Buenos Aires con los coches". El informante agregó un dato extra: los celulares son instrumentos muy eficaces en la planificación y ejecución de delitos como, por ejemplo, secuestros y asaltos a gran escala.
Los servicios de comunicación con la modalidad handy que ofrecen empresas líderes son tan efectivos que superan ampliamente la cobertura de cualquier radio policial. A eso se le agrega la facilidad con que un teléfono cambia de "identidad" y que puede "desaparecer" sin dejar rastros. Fuentes policiales consultadas por La Capital indicaron que los teléfonos que no son incorporados al mercado van directo hacia la frontera con Paraguay.
"Cuando un aparato es robado, el cliente que lo perdió lo denuncia y automáticamente queda registrado en lo que se denomina banda negativa. Cuando no se puede cambiar el código de identificación, el aparato va a parar a la frontera paraguaya o brasileña", contó un vocero policial consultado al respecto. Allí entonces se produce un "intercambio" de mercadería. De Argentina salen los aparatos "negativos" e ingresan los brasileños en similares condiciones que en este lado de la frontera "están limpios".
Al igual que comerciantes del sector, un oficial de Unidades Especiales de la UR II sostuvo que la falta de controles toca a las empresas prestatarias del servicio. "Hacen la vista gorda porque el negocio está en la venta de los pulsos, abonos o planes con tarjetas y no en la venta de aparatos. Por eso, en cierta forman, toleran todo esto", agregó. enviar nota por e-mail | | Fotos | | |