| miércoles, 03 de diciembre de 2003 | Defraudó al estado 94 veces y al cabo de ocho años obtuvo 200 mil pesos Una mujer de 79 años, procesada por una formidable estafa a la provincia Cobraba una jubilación con una firma falsa. Pero una vez estampó su nombre real. Por ese lapsus la descubrieron María Laura Cicerchia / La Capital Un simple descuido terminó comprometiendo a una mujer de 79 años en una persistente estafa a la administración pública provincial. Durante ocho años, según la acusación, estampó una firma falsa en un recibo jubilatorio a nombre de una mujer muerta, cuyos haberes cobró regularmente haciéndose pasar por la pensionada. Pero una vez cometió un error: presa de un lapsus, escribió su propio nombre en el recibo y al advertirlo lo ocultó bajo un tachón. Mucho tiempo después esa enmienda se convirtió en la principal evidencia contra Carmen Aida Parera Denis de Marquardt. La mujer fue procesada por estafar 94 veces al Estado y causarle un perjuicio de 200 mil pesos a las arcas públicas, en una de las maniobras descubiertas por Fernando Bondesío cuando asumió como interventor de la Caja de Jubilaciones.
Carmen Parera Denis está acusada de haber cobrado la pensión que corespondía a su vecina y amiga Matilde Josefina Russo, quien falleció el 3 de julio de 1990 sin que el organismo oficial fuera notificado de su deceso. Tras el fallecimiento de Russo, alguien siguió percibiendo su pensión de 1.100 pesos mensuales hasta septiembre de 1998.
La maniobra fue descubierta durante una auditoría interna al asumir Bondesío y entonces se detectó que Russo había fallecido más de una década atrás. El caso no sólo cobró notoriedad pública sino que llegó a los tribunales de Rosario, donde el juez de Instrucción Carlos Carbone y su secretario Sergio Donato fueron los encargados de investigarlo.
A pesar de que el entonces interventor intuyó la existencia de una asociación ilícita entre jubilados, intermediarios y empleados bancarios detrás de ese tipo de fraudes, hasta ahora eso no pudo comprobarse. Aunque el juez abrió una nueva investigación para saber por qué el Registro Civil no comunicó la muerte de Russo al Registro Nacional de las Personas.
El caso no era fácil de esclarecer y se encaminaba a cerrar impune. Russo, la pensionada fallecida, no tenía familiares en Rosario y los estafadores parecían no haber dejado rastros. Pero al menos una vez, hubo un error que un empleado judicial advirtió en un recibo de pago: al lado de la firma adulterada, figuraba el nombre tachado de "Carmen".
Entonces, a los investigadores se les ocurrió llamar por teléfono a la casa de Carlos Ernesto Marquardt, el hombre que solicitó el sepelio de Rossi en una cochería de Rosario. Y preguntaron como al pasar si se encontraba "Carmen". "La señora salió a hacer las compras", replicó la empleada doméstica que proporcionó el nombre completo de la mujer.
A partir de ahí, la investigación se encaminó sobre esa pista hasta que Carmen Parera terminó procesada por estafas múltiples, en una resolución que todavía no está firme. Su comportamiento, se presume, consistió en presentarse mes a mes en la casa central del Banco de Santa Fe (San Martín y Santa Fe) con la libreta cívica de Rossi, firmar a nombre de la pensionada y llevarse el dinero.
El juez Carbone fundó su decisión en tres pruebas centrales en contra de la acusada. Primero, el estrecho vínculo que unía a Rossi con la familia Marquardt. Las dos mujeres, de similar apariencia física, eran amigas y vivían en casas vecinas en la zona de San Martín entre Rioja y Córdoba.
"Trabajaba para mí, enviudó, éramos amigas. Pepita era una persona que cosía muy bien, hacía los arreglos de la ropa que yo vendía. Ella era muy solita, era de San Luis, no tenía hijos, era asmática. Como tenía una buena pensión y muchos problemas de salud yo le busqué un geriátrico de Sarmiento al 1100. Yo la acompañaba a cobrar", narró Carmen Parera cuando la citaron por primera vez. La mujer fue más lejos y admitió, incluso, que su marido le había comprado el departamento a Pepita antes de que ésta falleciera.
Otro indicio en contra de la mujer es que la Libreta Cívica que pertenecía a Russo nunca apareció. El Registro Civil nunca la remitió al Registro Nacional de las Personas para su destrucción. En julio de 1998, alguna impostora que se hizo pasar por Russo tramitó el canje de la ajada libreta cívica por un documento nacional de identidad. Y se sabe que el último en tener contacto con la libreta fue el fallecido esposo de la acusada, al solicitar el servicio de sepelio.
Por último, una prueba "definitiva y concluyente" terminó de definir la suerte de Parera. Una pericia caligráfica practicada a las firmas adulteradas demostró que esos trazos le pertenecían: "Las firmas insertas en los recibos jubilatorios cuestionados fueron confeccionadas de puño y letra por la señora Carmen Aida Parera Denis", concluyó el perito calígrafo Bertana.
El experto también se explayó sobre el lapsus cometido por la mujer al escribir su verdadero nombre en el recibo que la delató: "Las firmas falsificadas, a medida que se repiten en el tiempo, van adquiriendo un trazado mucho más seguro y espontáneo. Y van surgiendo de modo inconsciente hábitos propios de su ejecutor". Pese al tenor de la estafa, difícilmente el Estado recupere un peso, ya que la acusada no tiene bienes patrimoniales. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Cobraba en el banco de Santa Fe y San Martín. | | |