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 miércoles, 03 de diciembre de 2003

Editorial
Concejo: el tiempo será juez

La aún joven pero ya consolidada democracia argentina tiene numerosas deudas que saldar, pero la más pesada consiste en restablecer los lazos de confianza entre representantes y representados. Los elevados niveles de escepticismo que campean en la población anclan en repetidas y dolorosas frustraciones, vinculadas con la corrupción o la ineficiencia. En su edición del pasado domingo La Capital divulgó aspectos de la reciente reforma política implementada en el Concejo Municipal y de inmediato la polémica recayó sobre un aspecto que despertó muchas dudas: es que el nuevo cuerpo dispondrá de un presupuesto menor que el pasado, pero cada concejal -si bien de un modo indirecto- gozará de mayores ingresos.

Sintéticamente, las modificaciones pueden resumirse así: en el 2004 habrá diez ediles menos, pero el monto de que dispondrá cada uno para contratar asesores aumentará un treinta por ciento. El grueso de los analistas percibió tal situación como una nueva trampa. Pocos escucharon con atención los argumentos expuestos por el flamante presidente del Concejo, Agustín Rossi, quien afirmó que la reducción numérica, sumada al incremento de comisiones, obligaba a recurrir a los servicios de un mayor número de ayudantes si es que se pretende mantener la producción legislativa.

Desde la vereda dialéctica contraria se sostuvo que nadie garantiza la idoneidad de los futuros asesores y se descartó de antemano cualquier lectura de los hechos que no fuera fuertemente crítica de lo implementado. Sin embargo, acaso no resulte oportuno disparar con munición tan gruesa. La delicada cuestión de los emolumentos de funcionarios públicos e integrantes de las Cámaras legislativas -cualquiera sea su jurisdicción- no merece ser sopesada con parámetros imbricados en la demagogia. Es decir, no es el ajuste salvaje la receta que permitirá mejorar la calidad de la representación, tal como el abrupto deterioro de los salarios docentes no consiguió sino alejar a los más dotados de la práctica de la enseñanza y los bajos sueldos policiales estimular la caída del personal en las seguras tentaciones a que los expone su trabajo.

Por tal razón, acaso lo prudente sería aguardar resultados a fin de evaluar, a través de ellos, la reciente reforma. Ya se sabe: no existe mejor juez que el tiempo. Su veredicto será el más seguro para calificar el trabajo del flamante Concejo.

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