| domingo, 30 de noviembre de 2003 | Un viaje presidencial secreto en el Air Force One Tim Sloan (*) Crawford, EEUU. - El presidente estadounidense, George W. Bush, iba a pasar un tranquilo Día de Acción de Gracias en su hacienda de Texas y yo estaba durmiendo una siesta. A eso de las 17.40 mi beeper sonó. Unos pocos minutos después, estaba hablando con un funcionario de la Casa Blanca en el estacionamiento del hotel donde se aloja la prensa durante las estadías de Bush en su rancho. "El presidente se va a Bagdad", dijo el funcionario de la Casa Blanca. "¿Tiene aquí familiares a los que necesite notificar en forma discreta?" Le dije que estaba solo y corrí a mi habitación a agarrar mi equipo y una muda de ropa.
Tres vehículos sin identificación pasaron por la parte de atrás del hotel para trasladarme, con dos periodistas y otros cinco fotógrafos, al cercano aeropuerto de Waco. Habían pasado 10 minutos desde que me desperté de la siesta en la tarde del miércoles hasta que estaba adentro del coche, andando.
El pool de prensa de la Casa Blanca llegó al aeropuerto de Waco, donde estaba el Air Force One poco después de las 18.30, para realizar una ruta diferente a la acostumbrada. Fuimos en los autos directamente hacia el Boeing 747, ocultamos nuestras cámaras y abordamos directamente el avión. La noticia en el aeropuerto era que el Air Force One llevaba a personal de la Casa Blanca de regreso a Washington para realizar tareas.
Sabía que el presidente estaba en el avión cuando escuché que se encendió el primer motor. Le dije al resto de los integrantes del pool: "El presidente está a bordo". En menos de cinco minutos estábamos volando.
Nos dijeron que íbamos a Washington a cambiar de avión y recoger a un equipo de televisión. Cuando aterrizamos en Washington, miré por la ventanilla y vi que estábamos en la base aérea de Andrews.
Cuando salimos del avión todos hablábamos tanto que no nos dimos cuenta que el avión presidencial había sido ingresado en su hangar supersecreto, adonde jamás se permite el ingreso.
Era como en las películas. Estábamos dentro del hangar con los dos 747 presidenciales estacionados nariz con nariz. Había un improvisado corredor marcado con cinta para caminar de un Air Force One a otro. En Andrews nos dieron chalecos antibalas Kevlar.
"Nada de llamadas telefónicas"
Cuando estábamos por meternos en el Air Force One que nos llevaría a Bagdad, el presidente se detuvo al tope de la escalerilla y nos habló. Tras asegurarse que tenía contacto visual con nosotros y haciendo un gesto con sus dedos pulgar y meñique, del oído a la boca, como si fuera un teléfono, dijo: "Nada de llamadas telefónicas".
Cerca del final del vuelo a Irak recibimos un informe. Nada podía ser enviado hasta despegar de Bagdad. Nada de llamadas telefónicas en el terreno. Mantener las cortinas de las ventanillas cerradas en todo momento. Creo que nadie levantó las cortinas hasta que regresamos a Washington.
La mayor parte del tiempo en Bagdad la pasé en el gigantesco comedor con las tropas, donde Bush saludó prácticamente a todos. Nos estábamos aprontando para abordar la caravana de automóviles para regresar al Air Force One en Bagdad, cuando alguien, creo que un agente del servicio secreto, dijo que acababa de ver un informe de televisión que indicaba que el presidente estaba descansando en su rancho de Waco. Nos arrancó una carcajada. Despegamos en completa oscuridad.
En el vuelo de regreso, los reporteros se aproximaron a hablar con Bush. Yo estaba ocupado aprontando el envío de las fotografías. Envié 12 fotografías desde el avión por e-mail. Era la primera vez en mi vida que enviaba fotos desde el avión presidencial. (AFP)
(*) Tim Sloan es fotógrafo de la AFP, integrante del pool de la Casa Blanca que viajó en el avión que llevó a Bush a Bagdad
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