| domingo, 30 de noviembre de 2003 | Consumo de alcohol y bajos precios El último fin de semana me detuve con mi familia en un bar de la costa. Era el momento de tomar algo fresco y saludable: mi esposa sugirió licuado de frutas para todos. Grande fue la sorpresa cuando llegó la cuenta: $3,50 por unidad, un vaso de 250 cm3. Para el grupo (somos cuatro), la consumición ascendía a $14. En tanto, observo alrededor nuestro que numerosos parroquianos consumen cerveza y pregunto al mozo cuánto cuesta un porrón. Me contesta: $3,50. Claro, ahora entiendo por qué la gente no opta por copas de licuados o por jugos exprimidos o por ensaladas de frutas en su gran variedad de combinaciones. Cualquiera de estas "exquisiteces" tiene un costo empinado, al punto que para cuatro personas resulta excesivamente alto. Cuatro veces más caro que tomarse un porrón de cerveza. Si bien existen repetidas campañas oficiales orientadas a frenar el consumo de cigarrillos mediante el sistema de cargar sobre este rubro cada vez más impuestos, ¿por qué no hacer lo mismo con el alcohol, cuando está visto que se expende libremente en tantos lugares públicos?¿ O nadie tiene en claro todavía que este consumo irrestricto no sólo atenta contra la salud de quien lo ingiere sino contra inocentes terceros? Es notoria la innumerable cantidad de accidentes de tránsito, agresiones públicas o el bochornoso espectáculo que resulta para la sociedad toda cuando ve a sus jóvenes deambular a cualquier hora en estado de ebriedad por sus calles ¿Será esta conducta un problema de cultura o de dinero? ¿Estamos ante la opción de elegir entre el bolsillo y la salud? No es el momento de retrotraernos a aquello de que "lo barato sale caro" ¡Cuánto más caro cuando estamos hablando de salud, de "nuestra salud" que ponemos en juego cuando llega momento de elegir pensando sólo en el bolsillo! Nuestros gobernantes aplican determinadas políticas de discriminación sólo hacia un sector como es el tabacalero; no así respecto al de las bebidas alcohólicas. Como ciudadano
-como médico- observo finalmente que las políticas implementadas hasta hoy gozan de una tremenda incoherencia ya que debiera implementarse alguna vez una política integral de prevención mediante una campaña de conductas que estimule a nuestros jóvenes a alimentarse y a nutrirse adecuadamente, paralelamente a un programa de promoción y estímulo ciudadano del que participemos todos, permitiendo a nuestros jóvenes acceder a bebidas saludables a un precio más equitativo, más bajo y más justo que el que pagamos este fin de semana por un licuado de frutas naturales.
Doctor Claudio R. Strappa
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