| sábado, 29 de noviembre de 2003 | Por la ciudad Uso y abuso de los espacios públicos Adrián Gerber / La Capital El intendente electo, Miguel Lifschitz, no lo dice públicamente, pero considera que hay cosas que no se hicieron bien durante los ocho años de gestión de Hermes Binner. Y una de las que más le preocupa, a 11 días de asumir la Intendencia y mientras por estas horas disfruta de un descanso en playas brasileñas, es la escasa eficacia con que la Municipalidad ejerce su poder de policía. La usurpación cotidiana de espacios públicos y muchas veces el descontrol en la vía pública son muestras de ello. Así, y para intentar revertir esta situación, anunció el domingo pasado en la edición de La Capital la creación de la Guardia Urbana Municipal (GUM).
Será un cuerpo de superinspectores que tendrá múltiples funciones y amplias atribuciones para detectar, prevenir y labrar cualquier tipo de acta de infracción a las normativas en la vía pública. Pero el éxito de esta iniciativa dependerá casi exclusivamente de que el municipio garantice la idoneidad y honestidad de quienes integren la GUM. Porque si esto no sucede, desde ya, el remedio será peor que la enfermedad.
Hoy no llama la atención que esté desdibujado el límite entre lo público y lo privado, y esto es producto de un Estado que muy pocas veces ejerce el control y sanciona las transgresiones. Pero esta situación también se debe a una rara forma de entender lo público que tiene mucha gente. Está instalada la idea de que es legítimo aprovecharse de lo público en beneficio propio que se resume en esta frase: "Como es de todos no es de nadie, entonces yo hago lo que se me da la gana".
Y aquí van sólo algunos ejemplos: comerciantes que se apropian de la vereda para utilizarla como vitrina de sus mercaderías, automovilistas que estacionan arriba del césped en los parques, vecinos que tiran escombros en la vía pública, cuidacoches que se adueñan de la calle y exigen una tarifa determinada para estacionar, y vendedores ambulantes que se instalan en zonas de mucho movimiento y dificultan el paso de los peatones.
El municipio debe contemplar obviamente situaciones sociales, como lo viene haciendo, abriendo ferias de diferentes rubros y en distintos lugares de la ciudad. Esta es una política acertada y que dio buenos resultados. Pero, como defensora de los intereses generales, la Municipalidad no puede dejar de regular el uso de la vía pública. Porque una ciudad debe cuidar los espacios comunes no sólo en el aspecto de la limpieza, sino también en el de la convivencia.
Parafraseando al arquitecto David Solomonoff, en sus declaraciones a La Capital del pasado domingo, "acá parece que lo público no es de nadie... y a este vicio no se puede plegar pasivamente el que tiene la responsabilidad de la conducción y control de la ciudad... Y no es válido que el municipio diga que no se ocupa de esto porque hay problemas mayores. Porque la conjunción de muchos problemas chicos es un gran problema, tanto en materia de urbanismo como en cualquier cosa. Como en todo ámbito de convivencia, la ciudad presenta a veces conflictos de intereses imposibles de resolver satisfaciendo a todas las partes".
Rosario está a tiempo de evitar el proceso de fragmentación urbana que experimentaron otras ciudades, donde los sectores medios y de mayores recursos crearon sus propios centros y espacios para disfrutar ante la degradación de los lugares públicos tradicionales. La ciudad debe mantener su unidad, que se manifiesta principalmente en el centro, plazas, parques y en los balnearios de la costanera norte.
Por eso, el municipio tiene que garantizar que los espacios públicos estén limpios, mantenidos, ordenados, transitables y que sean seguros (en rigor, la gran responsabilidad en este tema lo tiene la provincia).
Fortalecer la cultura urbana y el poder de policía municipal son dos de los grandes desafíos que Lifschitz deberá enfrentar a partir de que asuma como intendente el próximo 10 de diciembre.
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