| domingo, 23 de noviembre de 2003 | Educación: Violencia ¿escolar? Cada tanto algún hecho de una violencia inusitada en el ámbito escolar hace su aparición en los medios de comunicación y nos sacude nuestra modorra. Las voces de preocupación y censura se alzan, pero desaparecen de la misma forma intempestiva en que aparecieron. Las agresiones cotidianas pasan inadvertidas. El show debe seguir, y rápidamente nuevos hechos acaparan nuestra atención y entramos en un nuevo letargo.
Los medios de comunicación han hecho de la violencia un espectáculo y, de hecho, altamente remunerativo.
Estamos tan bombardeados de imágenes violentas que hemos perdido la capacidad de asombro. La hemos naturalizado.
A fuerza de verla diariamente ha dejado de provocar alarma y reprobación. La pérdida de valores y la falta de respeto se han vuelto moneda corriente.
Los niños y jóvenes no sólo conviven con esta realidad sino que habitualmente tienen una exposición y un ejercicio de la violencia muy superior a la de la mayoría de los adultos. Los cyber son el nuevo lugar de encuentro y los juegos violentos los más convocantes. Internet, los videojuegos y la televisión, las niñeras y maestras modernas¿qué les están enseñando a nuestros hijos?
Papel de los padres Está comprobado que los contenidos de la violencia se enseñan, se memorizan y se aprenden. Pareciera que la mayoría de los adultos no se han enterado o prefieren hacer oídos sordos. Lo cierto es que muchas veces los padres sienten que la situación los excede: ya sea por falta de tiempo, de información, de apoyo por parte del resto de otros adultos, o dificultades para ejercer la autoridad, son sólo algunas de las razones que suelen esgrimirse.
Echarle la culpa a la escuela suele ser una salida fácil que evita asumir culpas y responsabilidades, sin tomar conciencia que la escuela también, en parte, es víctima.
Es evidente que el problema de la violencia escolar es harto complejo, supera los límites de la escuela y múltiples son los factores que intervienen. Pero estas no deben ser excusas para la inacción, más bien todo lo contrario. Es necesario hacer algo y ya.
Es responsabilidad de los adultos crear las condiciones para revertir esta crítica situación. Esperar que las soluciones vengan de "arriba", de los "otros" (llámense gobernantes, líderes de opinión, periodistas, directivos, docentes, etcétera) es dejar a nuestros niños y jóvenes librados a su suerte, hasta que un nuevo caso brutal vuelva a sacudir nuestro letargo.
Ante semejante panorama es imperioso que la escuela y las familias trabajen conjuntamente. Que se sienten a debatir acerca de las posibles causas y consecuencias de esta problemática, y que en forma colaborativa y consensuada diseñen soluciones potenciales.
Históricamente los grandes cambios comenzaron con pequeños movimientos locales. No perdamos de vista esto. No esperemos hasta que sea demasiado tarde, porque cada uno desde su lugar y papel tiene mucho para hacer.
Mónica Jacquelin
Licenciada en psicología
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