| domingo, 09 de noviembre de 2003 | Sabores del mundo: mariscos y cornalitos en la rambla Enrique Andreini / La Capital Volver a la costa atlántica es como retornar al barrio, deja su marca, su huella. Es reencontrarse con la pasión del primer amor, con toda la fuerza del viento que recorre sus playas; o tal vez del último, pura intensidad y calidez, como ese profundo mar que se extiende ante nosotros mientras cae la tarde sobre una escenografía mágica.
De fácil acceso, la costa atlántica bonaerense es reconocida como la capital del verano argentino. Sus pioneros, visionarios, tuvieron que luchar con una geografía agreste para crear un paraíso terrenal de playas, médanos y frescos pinos.
Usted podrá elegir entre playas pobladas y solitarias, donde el único ruido es el paso de las hojas de un libro y el canto de los pájaros que habitan el bosque.
Cordero y pescado Los sabores del Atlántico y de las huertas vecinas ofrecen un placer cotidiano. Manjares de inmigrantes itálicos se mezclan con los ibéricos. Para quienes prefieren los placeres de la carne, las parrilladas señorean con indiscutible autoridad, sobre todo los corderitos de la zona, que tranquilamente pueden competir con los célebres "presalés" franceses, con ese sabor tan personal que les da su crianza en parajes cercanos al mar.
También los productos del mar se ofrecen generosamente para quien los quiera disfrutar. Pescados de carne delicada conviven con sabrosos mariscos que se convierten en materia prima extraordinaria en las manos expertas de los cocineros.
Otra opción es la amplia variedad de postres centroeuropeos con la que se puede acompañar el té. Según pasan las horas uno comprende por qué este sector de la costa es único y admira a quienes lo habitan placenteramente durante todo el año. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Variedad de frutos de mar en el puerto. | | |