| domingo, 09 de noviembre de 2003 | Golpe de dos delincuentes en Rondeau al 2300 La esperaron frente a su casa para robarle el dinero de un plazo fijo La víctima sospecha que los ladrones contaban con información previa, ya que no la siguieron desde el banco Para Gladys Celia Leonardi, una psicóloga de 47 años, el regreso a su casa del barrio Alberdi no pudo ser peor. Había decidido cancelar su plazo fijo en la sucursal Lisandro de la Torre del Banco de Santa Fe. El dinero había sido heredado y la mujer planeaba cancelar algunas deudas. Pero apenas se bajó de su auto, en la puerta de su vivienda, un muchacho prolijamente vestido le arrebató su cartera con los 8.500 pesos que había retirado en la entidad bancaria. La profesional está convencida de que el atraco tuyo un apoyo logístico. "Esto fue una batida", exclama con seguridad y apunta sus sospechas hacia empleados del banco.
Cerca de las 13 del miércoles pasado, Leonardi dejó a sus hijas en el colegio al que concurren y desde allí fue a la sucursal del Banco de Santa Fe, ubicada en Génova y Alberdi. El plazo fijo vencía ese día y planeaba cancelarlo. Nadie sabía que pensaba realizar esa operación. El destino del efectivo era saldar unos compromisos financieros.
En el banco Gladys se enfrentó al primer inconveniente, que no dejó de llamarle la atención. Pidió un cheque de mostrador para no llevar el dinero en efectivo, pero le respondieron que no podía hacer esa operatoria porque la profesional no tenía cuenta corriente. A ella la contestación le pareció "absurda". "Si yo tuviera cuenta corriente en un banco, no pediría un cheque de mostrador porque los fondos de mi plazo fijo los puedo transferir directamente a mi cuenta corriente", se quejó.
Luego, Leonardi se paró frente a una de las cajas para retirar el dinero. Y las "actitudes" de algunos empleados el banco le parecieron "ilógicas". Unos segundos después, el monitor le indicó que debía presentarse en la caja Nº1.
Los clientes desfilaban frente a las cajas y Gladys continuaba esperando. Según relató la mujer, el trabajador que debía atenderla cerró la caja, retiró una bolsa que estaba debajo del mostrador y se marchó a otra oficina, aunque prometió regresar. Se fue con el plazo fijo y durante un largo tiempo clavó su vista en él. Fue la última vez que la psicóloga lo vio.
Un rato después estuvo frente a la otra cajera. Todo parecía que la empleada le entregaría el efectivo, pero una cuestión técnica postergó el trámite. El certificado estaba sellado y la cajera consultó con un empleado jerarquizado cómo debía proceder.
Luego de algunas dilaciones, Gladys pudo cobrar los 8.500 pesos que tenía depositados. La mujer guardó el efectivo en su cartera tipo mochila de color negra y salió a la calle. Se subió a su Opel Vectra gris oscuro con vidrios polarizados con la intención de realizar otros trámites sin imaginar de que una hora después se enfrentaría a dos maleantes que se esfumarían con su dinero. La mujer tiene una certeza: nadie la siguió en el recorrido que hizo con el auto.
Primero se dirigió a otro banco para pagar las cuotas de la escuela de sus hijas y desde allí fue al supermercado Azul, situado en la zona norte de la ciudad. Luego un llamado telefónico con su esposo alteraría sus planes.
Gladys quería ir a otra entidad financiera del centro, pero su marido la convenció para que no lo hiciera. Ya eran las 14.45 y faltaban quince minutos para el cierre de los bancos.
Entonces, emprendió el regreso a su casa, de bulevar Rondeau al 2300, sin saber que a las dos de la tarde un hombre comenzó a caminar repetidamente por la calle Gallo en dirección a Baigorria mientras otro estaba apostado en el cruce de Rondeau y Gallo en una moto de alta cilindrada. La mujer se enteró después de que los movimientos de estos dos sujetos habían sido divisados por una chica que trabaja en un comercio de la zona.
Apenas llegó, un joven de pelo corto y vestido con una remera y pantalón de color negro se acercó a Gladys. Ella apenas tuvo tiempo de formularle una pregunta. "¿Qué necesitás?", le preguntó con ingenuidad. Y el chico respondió de una manera tan brutal como rápida: le arrancó la cartera que sostenía en su brazo derecho cuando todavía no había cerrado la puerta trasera del auto.
El ladrón corrió por Rondeau hacia Gallo y subió a la moto que comandaba su cómplice. El muchacho, de pelo corto y de cara redondeaba, puso en marcha el rodado de color azul para desaparecer por Gallo "de contramano hacia el oeste".
Los gritos de la mujer alertaron a los vecinos, que llamaron al Comando Radioeléctrico, pero no acudió ningún móvil. Después, Leonardi radicó la denuncia en la comisaría 10ª. Ayer a la tarde, Gladys estaba indignada y sólo tenía un reclamo y una queja para formular. "Quiero que me devuelvan mis documentos y además estoy harta de la impunidad". enviar nota por e-mail | | Fotos | | Gladys Leonardi acababa de retirar 8.500 pesos. | | |