| domingo, 26 de octubre de 2003 | Rosario desconocida: Arqueología de Pichincha José Mario Bonacci (*) La ciudad fue una de las más famosas del mundo si de prostitución y trata de blancas se habla y coincidió su mayor intensidad con el empuje del puerto moderno y el desarrollo del ferrocarril. La explotación de mujeres, verdaderas esclavas, y sus lugares de ejercicio efectivo, se desplazó desde lo que hoy es pleno centro, hasta recalar en aledaños a la estación Sunchales (Rosario Norte), y consolidar el barrio de mayor fama: Pichincha. El por qué, cómo y cuándo, están sabiamente reflejados por las obras de Héctor Zinni y Rafael Ielpi.
Conocidas las contingencias necesarias para llegar a su desarrollo, esplendor y ocaso de la zona acaecido en 1933, se puede hoy tomar contacto físico con este especial período de la ciudad, reconociendo en sus calles los restos de todo aquello. A lo largo de setenta años, fue descuidado, derrumbado, modificado, transformado o abandonado, exigiendo indagación paciente e identificación, en una tarea que tiene algo de arqueológica y permite situarse y comprender lo que fue aquella época.
Territorio real Debe remitirse estrictamente al territorio real de Pichincha, según la reconstrucción del barrio en El Rosario de Satanás, de Héctor Zinni, y fijar la atención en nueve manzanas limitadas por veredas oeste de Ovidio Lagos, norte de Salta, este de avenida Francia, y sur de Güemes.
Ninguna mujer decente en aquellos años traspasaba esos límites desde el exterior del barrio. Con gran intensidad en Pichincha (hoy Ricchieri), Suipacha, Jujuy y Brown, la actividad prostibularia y sus variados complementos se ejercieron en esas calles sumándose en tal sentido la prédica de Wladimir Mikielievich.
Resulta claro el equívoco actual de llamar Pichincha a un territorio más amplio, con límites difusos tomando Oroño, Alvear, Urquiza y Cafferata, por aparición de bares, restaurantes, cafés concerts y otros que han revitalizado la zona, pero no responden en absoluto a los tiempos en que lo primordial era explotar la prostitución organizada como verdadera industria, por llamarla de alguna manera.
Los tranvías 1 y 5, atestados, se vaciaban ante la puerta de entrada a la zona: avenida Salta y Pichincha. Por esta última, nombres intencionados o no, dejan ver las fachadas de La lechería de Mimí al 125, la timba (altos) de Pedro Mendoza al 131, fonda Acrópolis al 117, y enfrente el comedero El Levante modificado para futuro ambiente gay, al 122. En la esquina con Jujuy, en ochava sureste está el prostíbulo El Elegante, hoy un hotel.
En ochava suroeste, lo que fue El varieté de doña Julia mantiene en su esquina dos hierros circulares que sostenían farolitos de luz. Julia Carvelli era suegra de Pedro Mendoza, acaparando así la familia dos filones básicos del ambiente.
Cruzando, en ochava noroeste un rostro de mujer solitario y triste no se resigna al silencio. Allí funcionó el Teatro Casino, verdadero centro neurálgico abandonado hoy con fosas de engrase en su escenario, al convertirse en taller de chapa y pintura también muerto.
Casas "non sanctas" Siendo Pichincha columna vertebral del territorio prostibulario, la cuadra entre Jujuy y Brown contó con el mayor número de "casas non sanctas" de las que hoy se reconocen el Mina de Oro al 73/61/57 convertido en pensión, y alegoría en fachada de "Leda y el cisne", en versión picaresca.
Siguiendo, al 53/51 el Petit Trianón exhibe sus restos de los que hablaremos en la próxima entrega. Ricchieri 27 con su fachada desaparecida, era el Chantecler, que dejó recuerdos como una medianera insólita forrada en clásicas mayólicas art noveau que vigilan el movimiento de la cochera en que se convirtió. Ya en la esquina, ochava noreste, estaba El boliche de Jesús que mantiene su estructura general con cambios, funcionando un local de comidas adecuado a exigencias actuales. En la vereda de enfrente, como integrante de aquel número mayoritario, sólo se reconoce en la actual Ricchieri al 48 (ex Pichincha), un pasillo que deja ver al fondo una escalera en mármol de carrara blanco infaltable prácticamente en todo prostíbulo, por razón que comentaremos en su momento. Allí funcionaba el Armenonville, también llamado el "90".
Sevilla y Madame Safó Continuando hacia el norte por Pichincha al 25 bis se encuentra el único rastro que quedó de él: la fachada del Sevilla convertido hoy en depósito. Pero en la vereda de enfrente, al 68 bis, y prácticamente entero a pesar de haber perdido elementos valiosos de su ambientación interior, está hoy funcionando como hotel por horas con otro nombre, nada menos que el mismísimo Madame Safó, verdadero exponente del más refinado y lujoso prostíbulo, con las mujeres más bellas y renombradas, accesibles al elevado costo de $ 5,00 de aquella época. Vale aclarar que la entrada de coches actual no existía por esos tiempos.
La industria de la prostitución necesitó también incorporar elementos de uso que la perfeccionaran en su desarrollo, algunos de los cuales llaman aún hoy la atención. Esto convoca el interés por completar la visión de aquel entonces, que dio a la ciudad una fama abonada en la tristeza de aquellas pobres esclavas que terminaron su vida en absoluto maltrato, pobres, solitarias y olvidadas, cuando no con facultades mentales extraviadas por la locura, sin descartar casos con decisión de acelerar por propias manos la partida de este mundo.
(*) Arquitecto
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