| domingo, 26 de octubre de 2003 | "Dogville": Las grandes aspiraciones Fernando Toloza / Escenario La nueva película de Lars von Trier cuenta la historia de una mujer que llega a un pequeño pueblo de montaña en los Estados Unidos huyendo de unos gángsters. Los lugareños la reciben a cambio de trabajo, pero a medida que el peligro aumenta le exigen favores sexuales y la atan con una cadena.
El argumento del filme es interesante porque traza un arriesgado recorrido para el personaje principal a cargo de Nicole Kidman (Grace). Sin embargo, se arruina en el final por un cambio súbito de la perspectiva, con un truco vergonzoso de tan trillado, típico para el comentario "¡Ah, ella era!". Es decir, una manipulación ajena a la trama, un secreto de dudosa legitimidad narrativa.
De todas maneras, la película empieza de manera impactante. Logra poner en la pantalla muchas referencias, que pueden ir desde el teatro televisado a algún toque del Dogma y hasta un reality show sofisticado y con ambientación histórica, Bertolt Brecht y Arthur Miller.
Para "Dogville" Lars von Trier filmó en un hangar y la escenografía del pueblo está representada por dibujos sobre el piso. Por ejemplo, las casas están dibujadas al nivel del suelo y tienen escrito en grandes letras el nombre de sus propietarios. El perro del poblado también es un contorno dibujado aunque se oyen sus ladridos.
El efecto de esta puesta es típico del extrañamiento teatral, un efecto que rinde en una obra pero que termina cansando en las tres horas que dura "Dogville", como también la hace la narración a cargo de John Hurt, que si bien seduce en los primeros capítulos de la historia pierde el tono cuando la película se desbarranca.
Nicole Kidman cumple una actuación correcta, aunque su brillo de Hollywood resulte un tanto falso en el cine de Von Trier.
A pesar de sus pretensiones, es una película para no perderse, por su riesgo y por algunos grandes momentos de creación.
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