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 domingo, 26 de octubre de 2003

El mundo
Brasil destierra los temores de default
Un año atrás estaban al borde del abismo, pero Lula salió del paso con políticas ortodoxas de ajuste del gasto

Todd Benson

Hace un año, era difícil hablar de Brasil en Wall Street sin llegar inevitablemente a los temores de un incumplimiento de pagos.

La deuda de Argentina ya había sucumbido, Brasil estaba a punto de elegir a un ex obrero metalúrgico y líder sindical con raíces socialistas como su presidente y los mercados caían en picada.

Pero ya pasaron 10 meses desde que Luiz Inácio Lula da Silva asumió el mando de la novena mayor economía del mundo y ya casi no se escucha el nombre de Brasil asociado con el incumplimiento de pagos.

Para sorpresa hasta de sus mayores críticos, el izquierdista Lula ha aplicado todas las políticas económicas ortodoxas para controlar la carga de una deuda de 250.000 millones de dólares, desde recortes drásticos de los gastos hasta la administración de una alto superávit presupuestario.

"El gobierno está haciendo todo lo correcto para mejorar la composición de la deuda", dijo Mario Mesquita, jefe económico del banco ABN Amro en Sao Paulo. "No sucederá de la noche a la mañana, pero está en el camino correcto".

Sin embargo, los inversores todavía tienen muchas razones para mantener la dinámica de la deuda de Brasil bajo estricto control. La deuda pública neta se disparó de un 23 por ciento sobre el Producto Bruto Interno (PBI) en 1995 a un alza récord de 63,9 por ciento en septiembre del 2002.

La deuda de Brasil respecto al PBI ha caído a un 57,7 por ciento pero todavía se mantiene mucho más alta que la de una economía comparable como la de México, cuya proporción es de un 24 por ciento.

"La deuda respecto al PBI es alta pero no es extraordinariamente alta", aseguró el economista Joseph Stiglitz, ganador de un Premio Nobel.

Comparada con la deuda pública de Japón, que es de un 140 sobre el PBI, o la de Italia, de un 106 por ciento, la carga brasileña no parece tan preocupante pero es precisamente la composición de esa carga de la deuda lo que la hace tan volátil.


Mejorando la mezcla
Alrededor de una quinta parte de la deuda brasileña corresponde a emisiones externas mientras que la mayor parte de la deuda doméstica está indexada a las tasas de interés o a través de la evolución del tipo de cambio, lo que significa que se hace más onerosa si el real, la moneda local, se debilita.

Esta es la razón por la que los inversores se retiraron rápidamente el año pasado cuando el real cayó a niveles mínimos históricos, temiendo un incumplimiento de pagos. Pero las predicciones fatalistas nunca se materializaron, en parte gracias a Lula y a su equipo económico con gran experiencia en los mercados.

Claramente consciente de que tenía poco tiempo para probar su valor, Lula rápidamente subió el objetivo de superávit presupuestario del gobierno a un elevado 4,25 por ciento del PBI. Brasil utiliza este superávit, que excluye los costos del servicio de la deuda, para mostrar que es solvente. En mayo, el Banco Central también empezó a reducir la cantidad de valores vinculados al dólar que inyecta al mercado para reducir la vulnerabilidad de la deuda a los posibles choques cambiarios.

La estrategia parece estar funcionando. Hacia finales de septiembre la carga de la deuda indexada al dólar había caído a un 26,5 por ciento desde un máximo de 40,7 por ciento un año antes. El real también ha ganado 22 por ciento respecto al dólar durante este año, relajando la presión sobre la deuda. Ahora que la inflación está controlada, el Tesoro ha reanudado la venta de bonos vinculados a la inflación para reducir su deuda vinculada a las tasas de interés.

El gobierno también alargó el vencimiento promedio de la deuda este año a 30,4 meses desde 11,9 meses. En conjunto, la deuda doméstica tiene un vencimiento promedio de 31,2 meses. "La estrategia es no sólo alargar la deuda, sino mejorar su calidad para hacerla menos volátil", señaló el secretario adjunto del Tesoro, José Antonio Gragnani.


El crecimiento es clave
Pero si Brasil quiere realmente librarse de las preocupaciones por su deuda, necesita un crecimiento sostenido a largo plazo, alertan los analistas.

Después de que elevó las tasas de interés hasta un 26,5 por ciento para frenar la inflación, Brasil cayó en recesión en el segundo trimestre y se espera que su economía crezca un magro 0,5 por ciento este año, después de un mediocre 1,5 por ciento en 2002.

"Una vez que la economía empiece a crecer, no en un 2 o 3 por ciento, sino en un 5 o 6 por ciento, es cuando Brasil saldrá de las tinieblas", indicó Mohamed E-Erian, jefe de mercados emergentes del Pacific Investment Management Co. en Newport Beach, California.

Es más fácil decirlo que hacerlo. Afortunadamente para Brasil, parece que lo peor ya pasó. Teniendo controlada la inflación, el Banco Central ha bajado las tasas de interés cada mes desde junio y se espera que siga haciéndolo hasta el final de año, dándole a la economía un empujón. El gobierno recortó la tasa referencial Selic en un punto porcentual el miércoles, a 19 por ciento, su nivel más bajo de los últimos 12 meses.

El Congreso también está a punto de aprobar unas reformas largamente esperadas que deberían ayudar a sentar el curso de un crecimiento sostenido, incluyendo una renovación del endeudado sistema de pensiones y la reforma del sistema tributario para reducir las cargas de la industria.

Puede ser que antes de que las reformas den resultados, Lula tenga que enfrentar la presión de los diputados de izquierda y los grupos empresariales que se quejan de que su agenda económica es muy conservadora.

Pero Lula parece determinado a no cambiar de estrategia, incluso si eso significa sacrificar algunos de sus antiguos camaradas. "El gobierno es muy consciente que esto no es un sprint, es una maratón", advirtió El-Erian.

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