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 miércoles, 22 de octubre de 2003

Habla de su filme "800 balas", que mañana llega a Rosario
Alex de la Iglesia: "Quizás cuando madure empiece a perder el sentido del humor"
El director de cine español dijo que la risa es a veces una cobardía para no enfrentar las cosas de forma directa

Fernando Toloza / La Capital

Buenos Aires (enviado especial).- Alex de la Iglesia visitó la Argentina para presentar su película "800 balas", una homenaje y parodia al mundo del western filmado en Almería, una región de España donde Hollywood supo rodar megaproducciones y donde también se realizaron western spaguetti y que hoy es apenas una fachada, un decorado donde todavía hay gente que monta un show al estilo de los cowboys para turistas atrevidos. En el filme, que se estrena mañana en Rosario, actúan Carmen Maura, Sancho Gracia, Eusebio Poncela y el niño Angel de Andrés.

-¿Te costó trabajo dirigir por primera vez a un niño?

-Fue fantástico y no me costó mucho, porque el chaval era muy disciplinado y sobre todo era más profesional que algunos grandes actores que conozco. Fue más difícil dirigir a Sancho Gracia que al niño, por ejemplo. La clave es -esto lo digo por si algún otro director me lee este artículo (risas)- hacer un buen casting, o sea tener el tiempo para tener a muchos niños y entre ellos escoger a uno que dé primero el punto visual que tú quieres y luego descubrir que tiene el carácter que buscas. Lo más valioso del chaval es que de entrada no quería hacer cine. Lo encontramos en el colegio y nosotros lo sacamos de allí porque no se presentó en ningún casting. No hay nada más terrible que un niño que quiere hacer cine, uno de esos chicos de anuncio, de comercial, que están como resabiados y que te hablan como si fueran Johnny Depp. Igual, al principio, yo tenía más miedo que él a la cámara.

-¿La parodia es la única forma de abordar hoy un western?

-No creo que sea la única. Igual sí es mi única forma de tomarlo, quizá otros puedan hacer otras cosas atractivas. En mi caso el western es una excusa para contar una historia que me interesa, que es una especie de lucha entre dolor y diversión, entre realidad y ficción. Un marco perfecto para contarla era el marco real de una personas que existen y que disfrutan del mundo del Oeste a través de un espectáculo de circo ridículo, grotesco, en medio de unos decorados, que son terriblemente simbólicos, porque ellos viven en unas fachadas, alejados del mundo. El desierto también es un lugar simbólico para establecer una historia. El western es un lenguaje simbólico, la historia del vaquero legendario, del cabalgar, de la búsqueda de la soledad. Es un caldo de cultivo interesante para las historias.

-¿Siempre tiene que haber humor en tus películas?

-No, quizá con la edad madure y comience a perder el sentido del humor. Ahora es como una cuestión de carácter. Cuando pienso una historia no lo hago en clave de humor, pero cuando las escribimos con Jorge Guerricoechevarría(su guionista), nos surge irremediablemente el humor. Quizá más que carácter es una cobardía, de no saber enfrentar las cosas si no es a través de una mirada oblicua, que crea un cinismo que me resulta muy acogedor.

-Almodóvar produjo tu primer largo, ¿cómo es hoy tu relación personal y estética con él, más allá de la publicidad que grabaste para Canal (á) haciéndote pasar por él?

-A nivel personal me parece una de las personas más simpáticas y entrañables de la industria. Se puede hablar muy a gusto con él, sobre todo cuando está solo, porque cuando está acompañado es más difícil. Es un tipo muy acogedor e increíblemente lúcido, con una capacidad inventiva asombrosa. Profesionalmente me interesa más el Almodóvar de la primera época que el de la última. La película de él que más me ha influido es "Qué hecho yo para merecer esto". Me imagino que no le gustará nada que le digamos eso, como a mí no me gusta que me digan que mi mejor película es "El día de la bestia", pero yo lo siento así. Me gustaría muchísimo que Pedro volviese a la comedia.

-¿Cómo llevás la identificación que hay entre tu nombre y la bestia?

-Mal, mal, porque me gusta reírme de mí mismo pero no me gusta dar esa impresión a los demás. El otro día leí un artículo basado en unas declaraciones mías donde se decía que yo no tomaba en seria mis películas. Pues todo lo contrario, ¡lo único que me tomo en serio en la vida son mis películas! Lo único que me importa y en lo que trabajo con esfuerzo es el cine, y lo respeto a morir, como si fuese una religión. Entonces me duele muchísimo, lo que quizá tendría que haber dicho es que no me respeto a mí mismo, o intento no respetarme para mantener una higiene mental, para no volverme loco y terminar obsesionado con mis propias paranoias, como les ocurre a otros. Intento mantenerme sano, me río de mí mismo pero no del cine, no me atrevo a reírme. Entonces no me hace gracia convertirme en una especie de personaje, la bestia, o que hablen de la última locura de Alex de la Iglesia. Me parece una estupidez.

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El cinesta asegura que le gusta burlarse.

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