| domingo, 19 de octubre de 2003 | Rosario desconocida: Cacería en la jungla de cemento José Mario Bonacci (*) Sin olvidar pérdidas, descuidos que la ciudad sufrió en los últimos cuarenta años, es signo de salud mantener el ánimo transitando sigilosamente por lugares y rincones que se ofrecen a quien se mueve lentamente por sus misterios, aguzando el sentido. Nada mejor que salir de cacería, comprendiendo bien de qué clase de cacería se trata. Tomar proyectiles adecuados reemplazando al suplicio, dolor, grito, o sangre... Ellos podrían ser el ansia del encuentro, la mirada escrutadora, el repentismo del hallazgo, la sonrisa cómplice del descubrimiento y alimentarse con vitaminas de imaginación. Así marchamos al encuentro del corcel que nos espera en Gálvez 2551 para ayudarnos a dominar enteramente la jungla intrincada, penumbrosa, plena de situaciones con sus habitantes merodeando en silencio... Una jungla sorpresiva, convocante y generosa, siempre cambiante.
Indomables Dos leones echados y algo aburridos flanquean el ingreso al sitio del gobierno de la ciudad. En Mitre 1025, otro felino de igual especie, hace presa con su boca de un reptil retorcido en sí mismo y se presenta como caso único y memoria de la antigua numeración decimonónica de propiedades. En el coto de San Lorenzo y Paraguay, ochava noroeste, otros reyes de la jungla, estilizados, rugen a quien intente acercarse, aunque en la sinagoga de Paraguay al 1100 dos de igual especie, imponentes y alados, custodian la entrada al templo. De pronto, allá en lo alto de la cima, el Club de la Hispanidad remata en dos soberbios felinos que dominan la pampa lejana con su cabellera al viento, indomables. Por Santa Fe y Entre Ríos, ochava sureste, el edificio de idéntica colectividad se corona con diez águilas reales y otra central de tamaño inmenso y presencia dominadora, mientras dos leones erguidos en sus patas custodian el escudo de la estirpe en el punto más alto de la ochava.
Claro que bajando hacia el río una cuadra más al norte la situación se tensa y el peligro aumenta, pues en la ochava noreste, a la altura de balcones, diez leones más, exhalan sus rugidos y donde la piedra se toca con el cielo, nada menos que catorce dragones echando fuego por sus fauces, advierten que por allí, no pasará nuestro corcel.
Volvamos entonces al comienzo como tantas veces, divisando tras la penumbra de la plaza inicial a los felinos gubernamentales, y veremos a "Diana cazadora" arco en mano con un temeroso cervatillo apresado en el coto de plaza Sicilia, moviéndose furtivamente entre la fronda.
Viejas historias dicen que la cercanía de hombres y bestias ha terminado por fundir rasgos de unos y otras. En Zeballos 731, un rostro humano con cuernos de carnero lanza un grito, cuando otra cara amelenada leoninamente ruge a quien pase por Buenos Aires 1439. Otro hombre-carnero se guarece en Laprida 1050 y un humano con cuernos entre cabríos y demoníacos, se mimetiza a la sombra en Mendoza 1181.
Pero si felinos y extraños se mueven en tierra, el aire no le va en zaga. En Laprida 1139 dos águilas en lo alto se acompañan con dos murciélagos flanqueando la escena, completando el mensaje gótico del conjunto y hacen correr un frío por la espalda. A poco de cabalgar esta sensación será recuerdo ante la belleza de un pavo real de raza "decó" hospedado en el balcón de Laprida 1209. Y así, cuatro golondrinas que vuelan soberbias y libres en Mitre y San Luis, ochava noreste, se diferencian de un águila solitaria que en el tráfago de Corrientes 1022, se cuida de un letrero que por centímetros no la convirtió en recuerdo.
Patos y sapos Buscando alivio para jinete y corcel, nos llama el bosque de plaza Sarmiento con una fuente surtida por cuatro patos que ejercen su oficio. En el coto del parque Independencia, si malvados cazadores no han dado cuenta de ellos, tendría que desarrollarse igual tarea que los patos, en el llamado "estanque de los sapitos".
En zona alejada, sobre Ricchieri 73 está la Mina de Oro. Otros cazadores sometían carnalmente a presas humanas, señalando el ingreso con una alegoría de "Leda y el cisne", pintura famosa por exhalar los vahos del erotismo. Pero al misterio de la jungla no lo agota el peligro, el poder, lo romántico, ni tampoco el erotismo.
Entre penumbras inesperadas, el cazador hallará situaciones irrepetibles. En Ricardone 1219 un gato maúlla en lo alto, y en Pellegrini y España, ochava suroeste, desde hace 50 años una ardillita baja por el tejado. En altos de la Bolsa, sobre Córdoba, un campesino otea la jungla junto a un buey, un carnero y dos ovejas, todo en tamaño natural.
Rey de los monstruos Agotada la jornada se impone la cautela al regresar por Corrientes 1178: entre balcones, el rey de los monstruos, acechante y terrorífico se prepara para saltar sobre el cazador con boca y dientes destructores, sus garras y ojos redondos, fijos, sin piedad alguna.
Estremecido, apuramos la vuelta llegando a Italia y Cochabamba, ochava suroeste y encontramos a don Quijote montando a su fiel Rocinante en una de las más hermosas veletas de la jungla. El viejo y desvencijado hidalgo se reía: "Oyeme chaval, he sabido de tu horror por el monstruo. ¡Joder, muchacho! ¿Qué fue entonces mi enredo con los molinos? Hicieron lo que les vino en ganas con mis pobres huesos, y echaron mi hidalguía por el suelo!".
Dejamos el corcel en su sitio y caminamos hacia un hostal buscando una copa reparadora. Y llegó la reflexión: ¿La jungla o... (perdón) la ciudad, es una sola cosa fija e inmutable en el campo de los sentimientos? Nos obstinamos en afirmar que no, de ninguna manera. Todo está en la fuerza de voluntad y en la terquedad por conocerla y amarla. De allí pueden nacer historias y visiones que nos deleiten por toda una vida. No son inventos vanos. Está en la condición de cada uno, y por eso hemos dejado otras existencias sin nombrar. Nada más que eso. Desde ahora, ¿quién se anima a enriquecer el breve inventario de nuestra cacería? Que lo haga saber.
(*) Arquitecto
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