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 domingo, 19 de octubre de 2003

Educación: El lugar de lo posible

Marcela Isaías / La Capital

Por estos días, especialistas del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) al presentar el informe de Población Mundial 2003 advirtieron que en la Argentina el 40 por ciento de los adolescentes no estudia ni trabaja. El dato es revelador de un pronóstico poco alentador en lo social, sobre todo cuando se piensan las consecuencias de "no estar en ningún lugar". Pero, el dato también obliga a volver la mirada sobre las instituciones por las que los jóvenes pasan o al menos deberían pasar buena parte de sus días, entre ellas la escuela.

¿Cómo es posible entonces pensar el lugar de la enseñanza ante semejante panorama?. Según opina la psicopedagoga Cecilia Bixio, si bien no se la puede responsabilizar a la escuela de tal situación, ya que las causas son más complejas, profundas y abarcan distintos órdenes que la desbordan, "también es cierto que la escuela no puede desentenderse de la misma". En todo caso, añade, habrá que buscar otras razones que permitan pensar "el para qué, por qué y cómo de la escuela hoy".

Bixio, que también es docente e investigadora en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), recuerda que ante situaciones como la manifestada en el documento de la ONU, se le demanda a la escuela que "contenga" a los adolescentes, que nos los expulse y que se busquen modos de sostenerlos dentro del sistema educativo. Según considera, es una función esencial pero no excluyente y mucho menos suficiente. "Hay que construir -concluye- lazos sociales más fuertes, vínculos más estrechos entre nuestras instituciones, con un mayor compromiso de los directos responsables desde los ámbitos políticos y administrativos. Se necesitan también fuertes ideales para recuperar la valentía, el coraje que esta labor requiere".

Otros de los datos del informe de la ONU alarma a simple vista: tanto niños como niñas entre 15 y 19 años son afectados por el incremento de la desintegración familiar, la pobreza, los deficientes servicios de la salud pública y la educación, señala entre otras cuestiones que son claves para entender la exclusión. Preguntarse entonces cómo se puede construir futuro desde la enseñanza, surge como un imposible.

Sin embargo, la visión de Bixio es la misma que sostiene cualquier acto educativo: "Es difícil no pecar de cierto optimismo cuando se trabaja en educación. Ese optimismo tiene que ver tanto con lo que creo que mis alumnos pueden, como así también con lo que puedo, como docente, ofrecerles a ellos. Sin esta certeza, de que la escuela es todavía un lugar posible, no podría pensar la educación".

Y con ganas Cecilia Bixio se explaya sobre esta idea que sostiene la dimensión educativa, porque entiende que "hablar de construir futuro y hablar de educar es necesariamente, una misma cosa". Expresa, entonces, que "educar es abrir las puertas para que las nuevas generaciones ingresen a la cultura universal, se la apropien y la recreen. Y eso es lo que la escuela tiene para hacer: construir un futuro posible, rediseñar la utopía de lo humano".

La tarea no es sencilla y requiere -apunta la docente- principalmente que tanto niños como jóvenes primero estén en las escuelas; responsabilidad, que comprometa a todos como padres, como vecinos, como adultos; y de manera especial a los dirigentes políticos y gremiales.

-Pero, ¿concretamente qué papel les cabe a los adultos -padres y docentes- para enfrentar semejante situación? ¿Dónde ubicaría el signo de esperanza de algo mejor?

-Ser adulto hoy es difícil, no es un lugar fácil. Sostener además una función como la de padre, madre o docente, agrega otra complejidad, que es la de construir desde el lugar de adultos una autoridad que permita mantener esa función. De todos modos, es nuestra responsabilidad hacerlo, aunque reconozcamos que nos faltan herramientas (hoy más que nunca se escucha decir "no estamos preparados para esto"). Pero, esto que tenemos que hacer y no sabemos se aprende en el debate. Es cierto que la violencia cruel de niños, jóvenes y adultos, que matan bajo efectos del alcohol, la droga y la violencia que también ellos sufrieron y sufren a diario, nos hace creer, a veces, en días como en los que la vida de un alumno universitario de Psicología fue violentamente destruida, que toda esperanza está perdida. Sin embargo, aquí estamos. Hemos pasado años, siglos, tratando de definir el "deber ser" de los hombres y mujeres, tal vez sea necesario cambiar el eje y empezar a pensar un "saber estar" en este mundo con otros, de otra manera. La crisis profunda de valores y argumentos que sentimos a diario tendría que movilizarnos más aún, en lugar de dejarnos con los brazos caídos. Nuestros hijos merecen una acción mucho más contundente de nuestra parte, con un compromiso mucho mayor con lo que está sucediendo.

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