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 domingo, 19 de octubre de 2003

Divididos toca el próximo viernes en el Anfiteatro Municipal "Humberto de Nito"
Mollo: "Para mí la música es el patio, mi sala de juego"
Desde el estudio donde el grupo mezcla el nuevo CD, el guitarrista habló del recital de Rosario

José L. Cavazza / Escenario

En una quinta de General Rodríguez, en la provincia de Buenos Aires, Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo dan los últimos toques al disco acústico en vivo que se editará en diciembre. Antes, Divididos tocará en Rosario: el viernes próximo, en el anfiteatro Humberto de Nito. Son las dos y media de una tarde calurosa, se escuchan algunos pájaros hasta que la voz potente de Mollo cantando, que llega desde algún baffle, hace vibrar el auricular del teléfono. "El lugar está muy piola, hay muchas plantas y el estudio está de primera", dice Mollo en el comienzo de la charla con Escenario, con una voz que pareciera no pertenecer al trueno que ruge en los discos.

No hay disco nuevo que promocionar, por lo tanto la charla fluye relajada. "Creo que cuando estás condicionado a hablar de un álbum nuevo todo sale más forzado, tanto para el periodista como para el artista -sostiene el vocalista y guitarrista de Divididos-. Es como ese diálogo: «¿Y tu hijito cómo es?/Y... tiene los ojitos así./¿Es hermoso?7Y sí, es hermoso...» Qué querés que diga, que es un monstruo, si es su propio hijo. Yo prefiero hablar tranquilamente de otras cosas", añade Mollo.

-¿Cómo es la media hora previa a subir a un escenario?

-La peor de todas. Cuanto más rápido pase esa media hora mejor. Sí, es un momento complicado porque entrás en una situación de aislamiento y concentración que a veces, si se extiende demasiado, se vuelve un veneno y termina jugando en contra de la adrenalina. Lo mejor es estar haciendo cualquier cosa y que de pronto alguien te diga "che, suban al escenario".

-¿Es mejor estar cerca o lejos del escenario en esos momentos?

-A veces llegamos al lugar del recital y subimos. Eso me parece lo más sano. Otras veces no se puede, entonces llegamos y nos quedamos en el camarín esperando, charlando boludeces, o sino hacemos algunos ejercicios de relajación o elongación de algún músculo que se pueda tensar en el escenario, pensando que la jornada va a ser intensa.

-¿Divididos llegó a ser lo que alguna vez soñaron?

-Lo que está claro es que nosotros vamos haciendo lo que soñamos. Creo que eso es lo importante, ir concretando los pequeños sueños. Como el recital acústico que hicimos en julio pasado en el Gran Rex. Fue una idea que se convirtió en realidad. Los sueños son el motor para seguir y no repetirse.

-¿El rock es solo entretenimiento o sentís que hay un contacto con algo más profundo?

-Creo que no hay que pensar demasiado en que una cosa tiene que llevar determinado mensaje para que se convierta en tal rótulo. Lo más importante es poder transmitir honestamente lo que uno es. Por otra parte, la palabra entretenimiento me suena a "pasemos la vida lo más rápido posible" y la verdad es que la vida no está para desperdiciarla. Una vez alguien me dijo "no te olvidés que un disco es entretenimiento", y yo enseguida pensé "me equivoqué de profesión". Es una palabra que suena a moda, o mejor a chupete, ese que te daban de chico para que no rompas las bolas.

-David Bowie dice en una entrevista reciente que sospecha de los grupos que se ponen de moda con el primer álbum...

-Y sí, la industria a veces hace maravillas con respecto a los artistas instantáneos. Le tengo un poco de aprensión a ese tipo de cosas y por otro lado me da impresión la vida de los tipos que crearon una canción en su casa y de pronto llenan un estadio sin comerse el proceso de transitar los bares, los teatros y todo lo que constituye la base de un músico.

-Con la posibilidad de que pase al olvido al segundo disco.

-O lo que es peor, que busque el cinturón más resistente para ahorcarse en la habitación de un hotel. Me parece que los procesos son necesarios para transitar la música y la vida misma.

-¿Creés que hay una mayor ambición de parte de las nuevas generaciones y también de las discográficas?

-Hay una nueva cultura que viene de la discográfica. Es el sueño instantáneo de "Operación triunfo", donde el pibe, claro, vive a mil una nueva situación sin saber que es carne de la industria. Hasta que en algún momento se come un golpe muy fuerte con la realidad, porque la cosa ya no funciona o porque fue reemplazado por otro pibe que tiene el pelito acomodado de manera distinta.

-¿Sentís que tenés la misma curiosidad que cuando estabas en Sumo?

-En realidad tengo la misma curiosidad que tenía antes de estar en Sumo. Tengo la curiosidad inicial y eso creo que es el gran tesoro. Es esa idea de estar buscando esos nuevos acordecitos que tan bien te hacen o lo que te dispara el escuchar la canción de alguien que te enriquece.

-¿Seguís comprando y descubriendo discos? ¿Vas a conciertos?

-Sigo haciendo todo eso y más. El valor agregado es la cantidad de discos que recibo de chicos que están tocando y eso está muy bueno. Está bueno poner un disco y decir "guau, alguien con una idea".

-¿Qué nuevo disco tenés ganas de hacer?

-Por suerte no lo sé. Después que termine este el disco acústico basado en el concierto del teatro Gran Rex, que saldrá en diciembre, entraremos a buscar nuevos sonidos.

-¿Siempre hay un disparador cuando se está por gestar un disco?

-Sí, pero son conceptos nada más, porque después te decís "¿qué tomé de acá?". Ves o escuchás algo y te dispara otra cosa muy distinta. Me disparan grupos como Radiohead, aunque en nuestros discos no hay nada de ese sonido. Pero hay algo que tiene que ver con lo conceptual. Escucho Radiohead y para mí es algo alentador, por más que su música sea desalentadora porque tiene una cuestión caótica que es tremenda.

-Y de qué te preserva la música?

-Para mí la música es mi patio, mi lugar de juego. Me preserva de un montón de cosas, sobre todo de un mundo que no ofrece demasiada sensibilidad. La música es también la forma de poetizar ese mundo poco solidario.

-¿Hacer canciones es un proceso tormentoso o feliz?

-Para mí hacer canciones es la vida misma. Es algo que te alimenta el cuerpo y el espíritu. La canción es como un hijo y eso tiene una retribución enorme, más allá de que la escuche todo el mundo o una sola persona. Tengo canciones que jamás nadie escuchó; están en mi casa o sólo en mi cabeza.

-La muerte de Luca, un tipo que vivió siempre al límite, ¿en algún momento te hizo temer por tu propia vida?

-No, al contrario, porque es entender el camino de cada uno. Podés ver a través de esa experiencia ajena qué podés hacer con tu vida, porque más allá de lo doloroso es un regalo de él para la gente. Es un mensaje de vida que paradójicamente se vincula con la muerte. Por otro lado, es entender que cada persona tiene su momento de partir. Es ver cuántas cosas tengo yo para decir que por ahí él ya las dijo y se fue. Quizá vivió mucho más rápido que yo, que ando con un paso más despacio.

-¿Te sentís maduro?

-Siento que los años que pasan tienen como regalo aprender cosas todo el tiempo. Me gusta estar en este mundo para ver cómo es.

-¿Qué significa la madurez para un músico de rock?

-Para mí tiene que ver con estar tranquilo con lo que uno hace y dejar de sentir la obligación de rendir examen. Pasa por la sencillez de sentir placer en subir al escenario y darle lo mejor a la gente, sin poses.

-¿Y dónde empezó tu historia como hombre vinculado a la música?

-Tengo muy claro dónde empezó mi historia. Ocurrió en una sociedad de fomento de Temperley cuando tenía 9 años y subí al escenario en un concurso de canto. Llegué a casa y me sentí muy contento porque me había ganado una copita por cantar y me dije: "Me parece que tengo que empezar a tocar la guitarra". Y eso pasó. Es un recuerdo que siempre llevaré intacto por la vida.

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Divididos le da los últimos toques al disco nuevo.

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