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 domingo, 19 de octubre de 2003

[Reportaje]
Sdrech: "En Argentina hay errores inadmisibles en la investigación"
Poco antes de morir, el escritor y periodista habló de su trabajo y de su relación con las fuentes policiales

Lautaro Ortiz

Poco meses antes de su fallecimiento Enrique Sdrech, con más de 50 años de trabajo en la elaboración de casos policiales, conversó sobre su oficio y reveló su desagrado por la policía actual. Estaba a punto de presenciar el lanzamiento de su libro número 16: "Crimen en el Country. Seis tiros para María Marta" (de editorial La Grulla), donde desentraña el pacto de silencio y ocultamiento de la familia Belsunce. Sdrech, además de sus apariciones televisivas, despuntaba el vicio escribiendo ficción: "Las primas", su primer relato policial acababa de ser incluido en la antología "Escritos con sangre" (Editorial Norma) compartiendo cartel con los grandes de la narrativa policial Argentina: "Después de tanto tiempo tecleando la vieja Olivetti, creo tener un estilo propio", confesó.

-¿Estuvo preso alguna vez?

-Sí, cuando era pibe. Fue a fines de la década del 40. Yo militaba activamente en la Juventud Socialista y un día me metieron preso por andar pegando carteles partidarios. Por primera y única vez, pero al fin de cuentas, fue premonitorio. Llevo más de 50 años trabajando en el periodismo policial.

-Después de tanto tiempo, ¿cómo es convivir en diálogo permanente con la policía?

-En realidad con la policía no se convive. Cuando yo era joven había hombres en esa fuerza mucho más probos: Evaristo Meneses, Fernández Bazán, Giancarlo, esos eran verdaderos maestros. A esa policía yo la conocí y la añoro. No es que actualmente falten buenos policías, pero con los de antes teníamos un buen trato, un buen acercamiento. Hoy parece que somos enemigos: la policía sostiene que les arruinamos una buena investigación y, nosotros, decimos que ellos no actúan como deben. Estamos en veredas enfrentadas.

-¿Diría que los periodistas son una amenaza para la policía?

-Yo diría que nos llevamos mal desde que comenzó esta etapa de inseguridad, crimen y corrupción policial.

-¿En épocas de Menem?

-Desde antes también. En realidad siempre hubo corrupción policial. La verdad es que en Argentina hay de todo. Hay policías, hay periodistas y hasta jueces corruptos. Le puedo nombrar por lo menos cinco jueces que estuvieron presos por corrupción. Con esto quiero decir que se rompió la armonía, los buenos modales, muchas reglas se quebraron y eso repercute en el trabajo del periodista.

-¿Se ha callado algo del accionar policial?

-Yo he denunciado el accionar de la policía siempre que era necesario. Lo he hecho en el caso del chico Sergio Durán, que lo matan en la 1ra de Morón, después de darle con la picana. A Durán le hace la autopsia un médico policial porque el chico tenía quemado el bajo vientre. Ellos decían que tenía una eczema, que se lo había rascado. Toda la explicación era grosera. Después se descubrió que la quemadura era producto de la picana que le aplicó un subcomisario. He denunciado, no porque me siento un superhéroe, sino porque es mi laburo.

-Al asumir este compromiso profesional, ¿no siente miedo?

-Seguro. En realidad el miedo grande lo sentí cuando me balearon mi casa en Villa del Parque con 78 balazos de Itaka. Me escribieron las paredes con frases como "los próximos son tus nietos", "turco hijo de puta, cortala con nosotros". Eso fue a raíz de una nota que yo hice en Clarín que, a pesar de no haberla firmado, averiguaron que la había escrito. Pasó lo mismo cuando me pegaron el tiro durante una nota sobre Sopapita. Con esos ejemplos cómo no tener miedo.

-¿Le ofrecieron alguna vez ocupar algún puesto político?

-Si, para el Ministerio de Seguridad. Pero le confieso que no me gustaría ocupar un cargo así; de hecho rechacé las ofertas, aunque creo que estoy en condiciones. Yo hice varios cursos en el extranjero, principalmente porque me considero un apasionado de mi trabajo. Estoy satisfecho con lo que hice; conocí muchas cosas, por ejemplo fui a Rumania donde están los campeones de lecturas de manchas de sangre.

-¿Qué lo apasiona, las alternativas del crimen o el proceso de investigación?

-Me deslumbra la investigación, sobre todo esos testigos mudos que quedan en el lugar del hecho, esos que después hablan en la morgue. Los médicos forenses tienen una frase: "el cadáver habla". En la morgue un cadáver puede contar cómo lo mataron, qué calibre usaron para quitarle la vida, si la víctima se defendió, etc. Un forense me dijo una vez que el cadáver es el único testigo que no miente, porque ya no tiene sentimientos. Y es una verdad.

-¿Le agrada el lugar que ocupa el periodismo hoy en día para la sociedad?

-No, los periodistas de policiales estamos corriendo los riesgos de un investigador policial o judicial y, a diferencia de ellos, no tenemos red para la caída, si se equivoca un instructor policial o un comisario tienen diez mil argucias, en cambio nosotros vamos directamente a la querella o nos pegan un tiro en la cabeza. Yo soy millonario en querellas. Hasta Maradona me inició tres demandas.


Un crimen Argentino
-De todos los crímenes que usted investigó, ¿cuál tiene un sello argentino?

-En realidad no hay marcas de país, no hay made in, todos los crímenes se parecen: le quitan la vida a alguien, tratan de complicar a la investigación policial. Pero en Argentina hay falencias inadmisibles en la investigación y eso es propio de este país. Hay una falta de respeto imperdonable a las normas de criminalística. Connan Doyle pone en boca de Sherlok Holmes una frase ilustrativa. Cuando el detective llega al lugar del crimen en Liverpool, minutos más tarde que la policía, le dice a Watson: "Qué fácil sería nuestro trabajo si llegáramos antes que esta manada de búfalos que se revuelven en el barro". Lamentablemente esto es cierto, la policía no respeta las más elementales normas. Un sello argentino es sembrar pruebas falsas. El caso María Soledad es un claro ejemplo. Es el clásico crimen donde el poder político y el sistema feudal predomina en una provincia. Entorpecieron la labor investigativa durante meses, porque el poder político se encargó de que no investiguen, ocultó pruebas, modificó el escenario. Allí hay una estampa Argentina, la impresión digital de un crimen argentino.

-Otra estampa nacional, parece ser la misteriosa muerte de los testigos claves.

-Ser testigo en Argentina es muy peligroso. Ahí está el caso de las tres chicas muertas de Cipoletti; uno de los testigos principales le pidió protección al juez para contar todo, dijo que la policía las había matado ¿y qué pasó? ¡lo decapitaron! y le tiraron la cabeza en el despacho del juez. Yo sé de muchos testigos a los que se les prometió amparo legal y no se lo dieron. Son tantos los casos donde te la venden cambiada, que uno se enoja y ya no quiere tener más trato con ninguno.

-¿Entonces siente ganas de largar todo?

-Sí, en muchas oportunidades. Le digo la verdad, a veces estoy cansado de las mentiras de la policía y siento una ganas tremendas de patear el tablero.

-A punto de editarse su libro número 16, y a poco tiempo de haberse conocido su primer relato de ficción ("Las primas"), ¿se puede hablar de un estilo Sdrech?

-Después de más de 50 años de estar tecleando en la vieja Olivetti en la redacción de Clarín contando casos policiales con cierto vuelo, creo que tengo un estilo propio. No sé si es bueno, pero es propio. Cuando un escritor escribe ficción sobre un caso policial, hay momentos en que se nota la falta de contacto con lo real. En mi caso yo he visto muchas veces a la policía trabajando en un lugar del hecho, los vi sacando una lupa, inclinarse para hallar una prueba. Y eso es una ventaja. Mi observación está impresa en el relato "Las primas". Ahí cambié algunos detalles: yo escribí que en el momento de la autopsia, los corazones de las víctimas habían desaparecido misteriosamente, cuando en realidad, se lo habían comido perros vagabundo que rondaban la morgue. Sin embargo creo que mi mejor trabajo fue "El hombre que murió dos veces".

-¿Cuáles son sus influencias literarias?

-Soy un fanático de Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Gastón Leraux y Agatha Christie, el razonamiento analítico me apasiona. Las enseñanzas de estos maestros se mezclan, claro, con los consejos de algunos grandes del periodismo como Gerardo Germán González.

-¿Alguna vez se equivocó en sus deducciones?

-Aunque suene petulante, nunca. Eso sí, siempre acierto cuando digo: éste hombre es inocente.

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Enrique Sdrech falleció el 23 de agosto de 2003.

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