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 jueves, 16 de octubre de 2003

A 35 años del título mundial de Estudiantes

El Estudiantes de Osvaldo Zubeldía dejó grabado a fuego el 16 de octubre de 1968 como un hito histórico para el fútbol pincharrata en particular y para el argentino en general, ya que tras empatar 1 a 1 en el mítico estadio Old Trafford ante Manchester United, levantó la Copa Intercontinental de Clubes.

En el partido de ida, jugado en el estadio de Boca, habían ganado los platenses por 1 a 0 y después fue a jugarse el resto, a suerte y verdad, desafiando un clima de presión asfixiante en el propio reducto de los ingleses, en cuyo suelo por primera vez un equipo extranjero daba una vuelta olímpica.

Zubeldía, un adelantado en lo que hace a la táctica y estrategia del fútbol, respaldado a ultranza por el presidente Mariano Mangano, que estaba totalmente persuadido que esa era la línea a seguir, heredó de una "tercera que mataba" y que conducía otro maestro como Miguel Ignomiriello, un grupo de jugadores disciplinados y esforzados, que entendieron rápidamente que nada se podía conseguir sin unidad, trabajo y sacrificio.

En aquellos tiempos Zubeldía fue el primero en implementar los trabajos de pretemporada en Necochea, el ensayo hasta el cansancio de las jugadas con pelota detenida, la ejecución de tiros de esquina con la pierna cambiada, la práctica de la ley del offside y las largas concentraciones para unir más al grupo y potenciar esa tarea de laboratorio, que lentamente le fue dando resultados.

Pero para llegar a plantársele cara a cara al Manchester de Sir Matt Busby, tuvo que ir superando etapas. Primero ganó el Metropolitano de 1967, goleando en la definición por 3 a 0 a Racing en el viejo Gasómetro de la avenida La Plata.

Después se convertiría en el Rey de América, al ganar la primera Copa Libertadores -a continuación llegarían dos más- en tres memorables pujas con Palmeiras de Brasil, que se cerró un 16 de mayo de 1968, en el estadio Centenario de Montevideo, con victoria estudiantil por 2 a 0 con tantos de Felipe Ribaudo y Juan Ramón Verón.

En el partido de ida en La Plata, la Bruja, padre de Juan Sebastián Verón, quien hasta hace un par de meses jugaba precisamente en Manchester United, había anotado un gol de antología corriéndose de derecha al centro del área para dejar en el camino a cuatro brasileños que le salieron al cruce antes de convertir.

Aquel equipo tenía pizarrón y trabajos de campo, pero también inventiva y mucho juego. La Bruja Verón era el único que tenía libertad para hacer volar su inspiración. En el fondo, a la dureza de Ramón Aguirre Suárez se le anteponía la zurda exquisita, con cabeza levantada, del doctor Raúl Madero.

Y los laterales estaban clausurados con la velocidad y la marca aguerrida del capitán Oscar Malbernat y el Tato Medina, que relevó al lesionado Eduardo Manera.

Carlos Bilardo era el técnico dentro de la cancha. Carlos Pachamé, el caudillo del mediocampo. Néstor Togneri el encargado de anular al estratega rival desde la zaga y por eso en aquellas finales siguió a sol y a sombra al notable Bobby Charlton.

Y arriba, a la habilidad desequilibrante de Verón se agregaba la movilidad de Marcos Conigliaro y el sacrificio no exento de gol de Felipe Ribaudo.

Conigliaro marcó el gol con el que Estudiantes, en cancha de Boca, le ganó 1 a 0 a Manchester el 25 de septiembre de 1968.

Parecía una victoria exigua de cara a la revancha allá, en la casa de los campeones de Europa, que venían de destrozar 4 a 1 al Benfica del gran Eusebio. El Manchester de Charlton, George Best y Bobby Stiles imponía respeto y contaba con la base de la selección inglesa campeona del mundo en 1966.

Y el clima de la tribuna parecía aquel 16 de octubre de 1968 que se iba a devorar a ese equipo de la modestia, el Estudiantes de Zubeldía.

Aquel día, dos horas y media antes del inicio del partido los jugadores ya estaban en el estadio de Old Trafford. Una hora antes Zubeldía los mandó a calentar al propio campo de juego, tarea de completaron con indiferencia hacia los insultos y proyectiles que arrojaron los hinchas ingleses. Nadie entendía nada. Estudiantes ya había ganado medio partido.

Pero quedaban 90 minutos por jugar. A los 7' de iniciado el cotejo, en jugada de pizarrón, Estudiantes pasó a ganar. Hubo un foul sobre la izquierda, Medina amagó picar por su lateral para recibir una supuesta cortada, Aguirre Suárez pasó por sobre la pelota y Madero, de zurda, mandó un centro pasado al área de Manchester. Por el segundo palo entró Verón... cabezazo y 1 a 0.

El local fue el dominador de allí en más. Y Estudiantes soportó tanto ese asedio como el clima que bajaba de las tribunas. Fueron expulsados cerca del final George Best y Hugo Medina, y a un minuto del cierre del partido que dirigió el yugoslavo Konstantin Zecevic descontó Morgan, pero ya no había tiempo para más. La hazaña de los modestos platenses ya era un hecho. (Télam)

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