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 jueves, 16 de octubre de 2003

Reflexiones
Educar, otra vez, al soberano

Jorge Horacio Gentile (*)

Un balance de los últimos veinte años de vida democrática nos indica que el mayor fracaso lo encontramos en la educación política. Ningún régimen político es viable sin que se eduque a quienes mandan y a quienes obedecen. En la democracia constitucional esto es esencial por la complejidad de las responsabilidades y funciones que deben asumir tanto los ciudadanos como los mandatarios.

La historia del Siglo XX tuvo distintas etapas que, en la escuela secundaria, se expresaron primero con la materia "Instrucción Cívica", que luego fue reemplazada, durante el peronismo por "Cultura Ciudadana", para volver luego, con la "revolución libertadora", a lo que se llamó "Educación Democrática", que más tarde se la llamaría, con una expresión más aséptica, "Nociones de Derecho", "Formación Cívica y Ciudadana" y hoy, en el Ciclo Básico Unificado (CBU), se la denomina "Educación Cívica".

En las universidades también hubo cambio de nombres y contenidos en la materia "Derecho Político", que nos viene con esa denominación de España; o e! más genérico de "Ciencia Política", que proviene de Estados Unidos; o el más limitado, de "Teoría del Estado", que suena a "estatista" o autoritaria. La facultades de ciencias políticas que había y hay en algunas universidades no fueron respuesta a la necesidad de formar cuadros y dirigentes para la política.

Los partidos políticos intentaron, también, este cometido con poco éxito, valiéndose, en muchos casos, de fundaciones creadas a ese efecto. En esta dirección encaminaron sus esfuerzos, también, algunas ONGs apartidarias del "tercer sector", como Conciencia, y las filiales de las fundaciones alemanas Konrad Adenauer (demócrata cristiana), Friedrich Ebert (socialista) y Friedrich Neuman (liberal), para poner sólo algunos ejemplos.

En la reforma de 1994 se incorporó en el artículo 38 de la Constitución el reconocimiento de los partidos políticos a los que "El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes". La ley orgánica de los partidos políticos creó un Fondo Partidario Permanente por el que el Estado contribuye con las finanzas de los mismos, pero nunca se asignaron fondos específicamente para la capacitación de dirigentes, ni para nada que tenga que ver con la educación política. El INCAP, dependencia del Ministerio del Interior, ha implementado cursos y programas de educación política, después de la reforma constitucional de 1994, con escasa trascendencia.

La Constitución de Córdoba sancionada en 1987 estableció como principio y lineamiento de política educativa: "Incorporar obligatoriamente en todos los niveles educativos, el estudio de esta Constitución, sus normas, espíritu e institutos". (art. 62 inc. 10)


Educar a quién y cómo
En la democracia es necesario educar al soberano, que es el pueblo, y al ciudadano, que lo integra, para que ejerza sus derecho y obligaciones cívicas, como simple votante, como afiliado o militante de algún partido político, como partícipe solidario de la vida ciudadana, como funcionario elegido por el pueblo o designado para ejercer una función pública.

El contenido de esta enseñanza debe abarcar el conocimiento de la historia y de la sociedad donde nos desenvolvemos, de la Constitución y de los valores e instituciones que la misma expresa.

Pero para que estos contenidos se incorporen a las vivencias de los educandos y modifiquen sus aptitudes -ya que no estamos hablando sólo de instrucción sino también de educación y formación política- es necesario que abarquen tanto la política agonal, o sea la lucha por el poder, como la arquitectónica, o sea la constructiva o constructora, y que no se limite a aspectos puramente instrumentales como puede ser el marketing o la sociología electoral, que son la moda del momento.

La pedagogía a emplear deberá combinar la formación teórica con la práctica, ya que la política es ciencia, arte y virtud del bien común.

Es inútil cualquier "reforma política", que modifique las leyes electorales, que establezca el voto electrónico, termine con las listas sábanas, que obligue a los partidos a reafiliar y a hacer elecciones internas abiertas si no hay, al mismo tiempo, un compromiso de los partidos políticos, del sistema educativo, de las instituciones políticas del Estado, de los medios de comunicación y de las organizaciones no gubernamentales de llevar adelante la consigna que alguna vez nos hizo grande como Nación, cual fue: "Educar al soberano".

(*) Profesor de Derecho Constitucional

de la Universidad Nacional de Córdoba,

de la Universidad Católica de Córdoba

y ex diputado de la Nación

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