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 jueves, 16 de octubre de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-Candi, nos escribieron del taller literario Hacedores de textos. "En más de una oportunidad -dicen- utilizamos sus escritos para debatir y dialogar sobre el tema que tratan. Nos parecen sumamente interesantes y necesarios por el mensaje que dejan". Además nos escribió desde Mendoza Héctor Hugo Cinel, refiriéndose a nuestras notas. "En mi parecer -dice- tienen una realidad absoluta. Son temas muy duros pero muy reales a la vez. Nnguno de nosotros está exento de sufrir los tratos que "el sistema" nos depara o prepara. Espero que siga con sus notas. Un abrazo y hasta siempre".

-Bien, desde el contenido de estas dos cartas desarrollaré el tema de hoy, sin dejar de recordar que se cumplen 25 años del pontificado de Juan Pablo II, un hombre tan dedicado a fomentar la paz en la humanidad. Parto, pues, desde Los hacedores de textos y de esto que dice nuestro amigo de Mendoza: "Ninguno de nosotros está exento de sufrir los tratos que el sistema nos depara". Usted sabe, Inocencio, (no es ninguna novedad) que alli donde hay un filósofo, un pensador, un religioso, un humanista serio que se ocupe y pre-ocupe por la problemática del hombre, alli estoy yo tratando de sacar enseñanzas para mi archivo personal.

-Sí, lo sé, ¿narrará alguna historia?

-Sí. No hace mucho tiempo la causalidad (porque dejé de creer en la suerte) hizo que me encontrara en la casa de un amigo, en Buenos Aires, con un rabino ortodoxo. Un exégeta, un conocedor de las escrituras y además un analista de primer nivel. Naturalmente, lo tapé con preguntas y al final le dije: "Adonai (Maestro, en hebreo), a veces siento que Dios se desentendió de la problemática humana, a juzgar por los tremendos y no queridos sucesos sociales que nos apabullan".

-¿Usted lo azuzó? ¿Y qué le dijo?

-"Yo diría -comenzó a dispararme mientras se acicalaba su barba semiblanca- que es exactamente al revés. El hombre del sistema, el hombre dominante y hasta el hombre común se ha desentendido de las cuestiones de Dios. La soberbia le ha hecho creer que él puede compartir el poder y a veces hasta ser omnipotente y omnímodo. Pero hay cosas que traicionan y le juegan una mala pasada a este poder humano: la ira, el egoismo, la intolerancia, los miedos y otras calamidades que naturalmente de ningún modo son inherentes a la esencia divina. A tanto llega esta obnubilación del hombre -siguió- que olvida hasta las básicas recomendaciones de Dios y paga las consecuencias. Cuando mi pueblo estaba en el desierto, camino a la libertad, recibió el mandato de Dios de amar no sólo a sus hermanos, sino al extranjero, por eso le recalcó a Moisés: Acuérdate que fuiste esclavo en Egipto, acuérdate de que sufriste, de que estuvistes desterrado, acuérdate de tus lamentaciones".

-Siga, lo escucho atentamente.

-"A menudo -añadió- sufrimos, padecemos dificultades. Sucede que comprendemos entonces que no somos tan poderosos y entonces solemos traer a la memoria los hechos angustiantes de aquel vecino, de aquel familiar, de aquel amigo y nos compadecemos: ¡¿cómo no estuve más cerca de él, en ese momento?!, nos decimos. ¡Y hasta nos compadecemos del dolor de un desconocido! Pero el dolor pasa, la vida plena regresa y nos olvidamos que fuimos "esclavos en Egipto". Regresa la sociedad de consumo, los placeres, la competitividad sin límites ni escrúpulos, la ira, la intolerancia, el egoísmo. Todos de la mano de la soberbia del poder para construir muchas cosas que al fin nos entristecen. ¿De veras cree usted que Dios se ha olvidado del hombre? Pues yo creo -afirmó- que el hombre se ha olvidado del hombre, ese hombre al que le cuesta ponerse en el lugar de su hermano. Cada mañana, amigo mío, le pido a Dios que no me haga olvidar que fui esclavo en Egipto, que padeci el holocausto y que puedo volver a padecer tales males. En cada instante, trato no sólo de evitar causar un daño, sino de contribuir a un estado mejor de mi esencia y la de mi prójimo".

-¡Ah!, si todos comprendiéramos eso de "ponerse en el lugar del otro".

-Así es, pero olvidamos, como dice el amigo de Mendoza, que nadie está exento. Lo inteligente sería que fuéramos permanentes hacedores de textos que llevaran a todas partes este mensaje: el hombre debe salvar al hombre regresando a Dios, regresando al amor. En diciembre del año 1990 Juan Pablo Segundo decía: "Buscando juntos la verdad en el respeto de la conciencia de los demás podremos avanzar por los caminos de la libertad que llevan a la paz según el designio de Dios". Hasta mañana.

Candi II

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