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 jueves, 16 de octubre de 2003

Escenario
Una reunión para celebrar el amor

Ricardo Luque / La Capital

El amor, cuando es real y no una maldita propaganda de shampoo Sedal o una novelita rosa de Corín Tellado, merece ser celebrado. Y en grande. Porque el amor real, ése que es como vivir en aeropuertos, no se da todos los días. Ni mucho menos. Y nadie lo sabe mejor que Juan Carlos Venesia, que para alcanzar la felicidad que disfruta hoy junto a su encantadora esposa Silvia tuvo que esforzarse y mucho. Por eso no dudó un instante en organizar una majestuosa reunión para celebrar los diez años de la unión que le cambió la vida. La cita fue en una elegante casa de fiestas ubicada a la vera del río Paraná. La parejita llegó a bordo de una lujosa limusina que, bajo la luz de luna, aparecía brillante y plateada. Una salva de fuegos artificiales saludó su ingreso al amplio salón donde los esperaba un selecto grupo de familiares y amigos. Ella parecía una princesita con su vestido largo y claro y la coronita de flores en la cabeza. El, con su traje gris de corte italiano, parecía Robert De Niro, pero caracterizado como Jack Lamota en el ocaso de "Toro salvaje". Más cuando, al promediar la fiesta, se hizo de un micrófono inhalámbrico y se paseó entre las mesas haciendo chistes malos y revelando intimidades picantes de los invitados. Y eso que los ríos de Rutini que corrían por las mesas aún no habían ahogado sus sentidos. No. Nada de eso. Fue un ataque de "Indomables". Su padre, el bueno de Gualberto, no lo podía creer. Y eso que el video que abrió la fiesta lo había hecho emocionarse hasta las lágrimas. "Es incorregible", murmuró entre dientes mientras rogaba al cielo que comenzara el baile. Y así fue. Como siempre el Negro Ielpi, una vez más con un look mafioso de película clase B, fue el encargado de hacer punta. Marito Borgonovo, la revelación de la noche, le siguió los pasos moviéndose como si fuera Sergio Velazco Ferrero en "Yendo a bailar". Pero el cuadro bizarro lo completó Roberto Caferra que, en su desesperación por ganar protagonismo, se acercó a una odalisca con un billete verde (nada de dólares, cinco pesos) en la mano, con tanta mala fortuna que su mujer lo vio y terminó ligando una tremenda reprimenda. Un papelón.

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