 | martes, 14 de octubre de 2003 | Una ceremonia chamamecera que unió la sutileza y el talento Raúl Barboza presentó "Cherógape" en la sala Lavardén El acordeonista enriquece los ritmos del Litoral aportando influencias que no ofenden las esencias U. G. Mauro / La Capital Con un gesto antiguo y ritual -las palmas unidas de las manos bajaron desde su cara hasta el pecho con una sonrisa pacífica y plena-, Raúl Barboza agradeció los aplausos y el conato de ovación con que lo recibieron el domingo en la sala Lavardén, y como un chamán de por aquí, ataviado de riguroso blanco, maraca en mano, emitió unos sonidos guturales, imitó con un pequeño instrumento a algún pájaro, tomó su acordeón y entonó los primeros acordes de "Cherógape", el tema que dio título al nuevo disco que el músico editó recientemente.
Un prócer de la música paraguaya, Amadeo Monges en arpa, junto al guitarrista Horacio Castillo, el bajista Nardo González y al baterista Cacho Bernal acompañaron al acordeonista y compositor, que emocionó tanto con su producción como con el cálido diálogo que mantuvo con la repleta platea de la sala de Sarmiento y Mendoza.
A lo largo de su carrera, Barboza se opuso sin violencias verbales ni vanguardismos solitarios contra ese chamamé inmóvil e inútilmente "puro". El es alguien "artísticamente incorrecto", propenso a escapar de los moldes y siempre dispuesto a experimentar y dejarse influir. Y tal vez será por eso que las digitaciones más dulces y sutiles y las improvisaciones rayanas en lo jazzero, se mezclaron abruptamente con la fuerza y el ritmo tradicional de una bailanta de campo en su actuación.
Hubo tributos en el recital. A su padre, el hombre del interior que se fue a la ciudad puerto para ser estibador y dar al mundo un chamamecero en pleno barrio de la Boca. Después vino el homenaje a don Tarragó Ros con "El pariente" y los recuerdos de la colimba en Rosario, allá por el 58.
"Abriendo y cerrando" no fue un tema más; Barboza lo interpretó pero con la con la "verdulera" de dos hileras similar a la que con apenas 9 años, hizo que lo llamaran "Raulito, el mago"
Tras junto al guitarrista Horacio Castillo, el músico interpretó la muy "world music" "La tierra sin mal", que remite a las creencias guaraníes e introducida con un tambor cuadrado de origen bereber.
El acordeonista dio paso luego a Amadeo Monges con "Carreta güí", en una compleja y bella ejecución aplaudida a rabiar. "Llegando al trotecito" y "Che diatónica mi" cerraron una etapa del show y el artista encaró por el lado de los clásicos litoraleños con "Kilómetro 11", "Merceditas", "La calandria" y "La caú".
Cuatro buenos músicos siguieron con fidelidad las digitaciones de este artista que logró convencer a todos de que el virtuosismo de sus ejecuciones nace no sólo de su creatividad o de su rigor sino también de un par de profundas certezas y del sentimiento que pone en todo lo que hace. enviar nota por e-mail | | Fotos | | El artista encaró un repertorio de temas nuevos. | | |