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 domingo, 12 de octubre de 2003

Rosario desconocida: Cien metros de esplendor

José Mario Bonacci (*)

La fotografía es un instrumento de valor para encarar el estudio de la historia, especialmente cuando se trata del medio urbano, en virtud de los cambios que sufre en el transcurso del tiempo. Aparecen o se esfuman construcciones, se abren calles, o se crea un espacio público y un sitio determinado se presenta con otros matices, cambiando el ambiente de un lugar.

Otras veces, con menor velocidad de ejecución, la pintura hace su aporte. Hay instantes de la ciudad en que no quedan plasmados nuevos elementos a través de una fotografía y quizás sin proponérselo un artista plástico llena el vacío. Es el caso de Carlos Uriarte, vastamente reconocido en estas latitudes, plasmando una visión imponente a través de una pintura firmada en 1929.

A partir del puerto moderno, la ciudad experimentó un desarrollo vertiginoso y su cuerpo fue poblándose de construcciones públicas y privadas que alcanzaron un esplendor admirable y fueron exponentes de la fuerza productiva, del trabajo y de la abundancia, en momentos absolutamente opuestos a este presente transitado con esperanzados deseos, pero no exento de angustia y desasosiego.

En momentos en que este cuadro nace, Rosario ya es "la capital de los cereales" y posee el mayor puerto exportador del rubro. La ciudad florece entonces y se transforma vertiginosamente, impulsada por una fuerza indetenible. Las grandes firmas, la pujante industria, familias acaudaladas y otros factores concordantes hacen nacer obras de arquitectura notables como testimonio de ese esplendor.

Es también el período en que la ciudad decimonónica comienza a ser desplazada por nuevos ingenios constructivos. Se contraponen estilos, las construcciones se disparan hacia el cielo y hay dos épocas que embisten entre sí: una que desaparece irremediablemente y otra abonada en un impulso casi arrollador que llena vacíos, reemplaza ocupamientos y se eleva para divisar un horizonte de orgullo y poderío. La ciudad poco a poco, está cambiando su piel y su cuerpo y ya nunca volverá a ser la misma.


Cuadra emblemática
Una de las cuadras más emblemáticas de aquellos tiempos es, sin duda, la de Córdoba entre Corrientes y Paraguay, con su extremo este conformando la esquina de mayor intensidad urbana, y en el oeste, su encuentro con plaza Pringles, determinando hasta hace pocos años "la puerta de ingreso" al corazón del comercio y la recreación.

En el avance este-oeste, se encuentran: La Agrícola, arquitecto Collivadino, 1907; La Inmobiliaria, arquitecto Buschiazzo, 1916; Bolsa de Comercio, arquitecto Rivera, 1931; Molinos Fénix, arquitecto Waltz, 1927; Edificio Gilardoni, arquitecto De Lorenzi, 1929; Palacio Minetti, arquitectos Gerbino, Schwarz, Ocampo, 1929; salón Angeleri, Yacuzzi y Cía., Empresa Candia, 1932. Edificios prácticamente contemporáneos, elevándose en nuestra tierra cuando en EE.UU. muchos se suicidaron por la pérdida de su fortuna a causa de la crisis de 1929. Esto a la Argentina, literalmente "no la rozó". No será la última vez que recurramos a estas construcciones, pues tienen otros mensajes factibles de descubrir por quien se interese en ellos.


Cuadro de Uriarte
Retornando al comienzo cabe un análisis al cuadro de Uriarte que estuvo cobijado por décadas en la antigua Casa Miranda, luego pasó a la galería Krass y hoy es propiedad del estudio de arquitectura Bauen.

El pintor se ha situado al borde de vereda de plaza Pringles y también ha elevado su horizonte visual para lograr la composición plasmada. El protagonista destacado es el Palacio Minetti en construcción, cuando alcanzaba el 8º o 9º piso, envuelto en un andamiaje de madera propio de la técnica en ese entonces.

En primer plano a la izquierda aparece la ochava del mítico bar y almacén Pampa, que marcó junto a otros similares toda una época. Esto es todo lo que se ve a la izquierda. Por la derecha, la visión comienza con dos construcciones de una planta y techos de azotea, lugar en que luego estaría el local de Yacuzzi Angeleri. A continuación el Palacio Molinos Fénix ya regala su magnífica fachada y finalmente La Inmobiliaria remata la cuadra con su doble cúpula, seguido en la vereda de enfrente por La Agrícola.

El fondo es un fundido ambiental entre edificios, luces y sombras que marcan la fuga en el horizonte. La calle Córdoba era entonces de dos manos, con circulación por la izquierda a la usanza inglesa, y los automóviles ilustran sobre lo que era el parque automotor en esas épocas. En suma, un testimonio de alto valor ilustrativo, plasmado en la paleta de un artista mayor.

El viejo Pampa ya no está y los automóviles ya no circulan por esa cuadra peatonalizada. En cambio aquellos ingenios constructivos continúan maravillando al caminante como testimonio de una época en que la grandeza de un país o de un lugar se mostraba con orgullo, asentada en bases firmes. Así la ciudad va guardando en su memoria estos cuerpos de piedra, mármoles y artesanías superiores, en cuyas concepciones intervinieron artistas y técnicos llegados como inmigrantes, se unieron a la fuerza de trabajo local y dejaron para la historia estas escenografías urbanas que continúan a través de los años gritando su orgullo.

(*) Arquitecto

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Pintura de Carlos Uriarte.

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