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 jueves, 18 de septiembre de 2003

"Es el mayor intérprete de todos los tiempos"

Gerardo Quilici

Desde que cantó junto a José Razano, Carlos Gardel realizó varias actuaciones en Rosario, la última vez fue en 1933 en el cine Broadway. Tenía muchos amigos en la ciudad, dicen que en sus visitas solía correr en el parque Independencia con el pintor Julio Vanzo, le gustaba ir a Pichincha, cantó en las radios locales y hasta hay una foto que le tomaron en la cancha de Ñuls, aunque -seguramente- pasó por el estadio cuando concurría al hipódromo.

Se crió en el Abasto porteño y es indiscutible su típico sentir argentino. Fue el intérprete más grande de todos los tiempos; sin tener un espejo donde mirarse inventó un modo distinto de cantar. Su valor artístico se proyectó en todo el mundo y fue reconocido internacionalmente. Era un intuitivo que construyó un estilo propio, aprendió de los cantantes líricos cuando integraba la claque (un grupo contratado para alentar al público).

También supo convivir y tomar secretos de los payadores con quienes se vinculó con el canto popular. Así, llegó al tango cuando tenía 17 años y no se conocen maestros que lo hayan guiado. Dicen que fue aconsejado por el profesor Eduardo Bonessi y que hasta el célebre Caruso -al encontrarlo en un barco donde viajaban- le enseñó algunas cuestiones del oficio.

Los especialistas del canto afirman que Gardel poseía los recursos propios de un cantante de escuela, que los giros que aplicaba al interpretar no fueron defectos sino herramientas que le permitían mejorar su voz.

Por todo ello no admito que sea tomado como un mito, él es una realidad y en vida fue un tipo sensacional. Se brindaba a sus amigos y ayudaba hasta a los desconocidos.

Sobre su nacionalidad, no quedan dudas, está documentando que nació en Tolouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890. Pero es más argentino que cualquiera. En unos meses se realizará un congreso gardeliano para dejar en claro ese debate y descartar la teoría de los uruguayos sobre el nacimiento de Gardel en Tacuarembó.

Hoy, las nuevas tecnologías permiten recuperar el valor de su canto a pesar del sonido distinto de las antiguas grabaciones. Y todos los que aprenden a escucharlo, terminan gustando de Gardel.

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