 | lunes, 15 de septiembre de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -"Estimado y siempre leído Candi: hace tiempo, tal vez 2 o 3 años, leí «algo» que me pareció muy importante, por lo tanto tomé nota en aquella agenda y cuando creo conveniente se lo leo a alguna persona (según su perfil). Llamativo es que nunca encontré a alguien que lo hubiese leído. El texto es el siguiente: «Una sociedad civilizada es aquella cuyos miembros no se humillan unos a otros». «Sociedad civilizada es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas. Una sociedad civilizada construye una sociedad decente». Según nuestro diccionario, humillar es rebajar, avergonzar; inclinar la cabeza, la rodilla, por sumisión. Creo muy importante analizar este pensamiento filosófico y considero que habría mucho para pensar, decir, escribir, analizar, en un país como el nuestro. Espero que estos conceptos pueda considerarlos útiles, y no sea yo un equivocado. Cordialmente. Ernesto". No hace falta que le diga, Inocencio, que es una de las tantas cartas que nos envían los amigos.
-Quisiera decirle a Ernesto que en nada está equivocado y que, efectivamente, una comunidad que logra el desarrollo espiritual y material coronado por la libertad y la justicia no puede estar acechada por la humillación y mucho menos ésta puede tener parte en la vida social.
-Cuando hace muchos años leí la novela de Dostoievski "Humillados y ofendidos", recuerdo que el autor del prólogo al analizar el genial texto se formulaba la siguiente pregunta: "¿Quién no estaba humillado y ofendido en la Rusia imperial?". Pues bien, al escribir el prólogo de nuestra vida cotidiana uno también podría preguntarse: ¿quién no está humillado en este país? ¿Hay alguien que se salve de este tremendo flagelo?
-Quien no padece hambre, padece desamparo. Quien no padece desocupación padece bajos salarios. Quien tiene riquezas padece inseguridad e incertidumbre. Quien se enferma y no tiene obra social padece falta de atención sanitaria adecuada. Quien es jubilado padece el olvido y la miseria. Quien es joven padece la falta de un futuro promisorio. Y así podríamos seguir en una larga cadena de padecimientos y humillaciones.
-Claro, la más notoria humillación es aquella a la que nos someten los gobernantes argentinos, que históricamente han puesto de rodillas al pueblo para satisfacer las demandas del poder. Pero no sería justo pasar por alto otras humillaciones. Uno se siente humillado cuando advierte que los dirigentes políticos de un partido se insultan públicamente y se adjudican responsabilidades por una derrota cuando hay miles y miles de rosarinos que viven diariamente derrotados. Uno se apena cuando sale a las calles rosarinas y advierte que la humillación se propaga entre los propios ciudadanos. Un colectivero adelanta la trompa de su vehículo y se burla de un automovilista al que le correspondía el paso. Un señor en automóvil hace caso omiso de una mujer que intenta cruzar por la senda peatonal y ésta, asustada, debe echarse para atrás so pena de ser atropellada. Un señor muy fresco saca la basura a media mañana y deja tirada la bolsa en medio de la vereda y un comerciante inescrupuloso le hurta 200 gramos de carne a una ama de casa mientras pesa, astutamente, la mercadería en la balanza. Un señor espera más de quince minutos en el mostrador de una repartición pública mientras los empleados toman mate y así los ejemplos de humillaciones cotidianas podrían seguir hasta el infinito.
-"Una sociedad civilizada es aquella en la que sus miembros no se humillan unos a otros", dice Ernesto y la conclusión sería entonces que la República Argentina carece en cierta medida de una sociedad civilizada. Y aun cuando nos pese, lo cierto es que hay mucho de cierto en esto. ¿Qué es civilización? La definición es: "Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres". Si nos atenemos a esta definición observamos que este país no se caracteriza precisamente por ideas y costumbres brillantes últimamente y si bien es cierto que esta bendita tierra ha dado científicos y artistas fantásticos, no es menos cierto que muchos se han ido cansado de las malas costumbres argentinas y que en el espectro de las artes quedan pocos genios y muchos improvisados. Bue... como todos sabemos Argentina atraviesa el ciclo de las improvisaciones en muchas manifestaciones de la vida social y esto también es humillante.
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