 | lunes, 15 de septiembre de 2003 | "Reality", el nuevo disco del gran camaleón, llega mañana a las bateas David Bowie vuelve como un mago con mil trucos para continuar vivo Sin el promocionado regreso al rock, el Duque Blanco resiste conectado al pulmotor de su brillante pasado Carolina Taffoni / La Capital "Mejor que te cuides", advierte David Bowie desde la explícita "Never Get Old" (No envejezcas nunca), uno de los temas clave de su nuevo disco, "Reality", que llegará a las disquerías mañana. Y lo dice este Bowie que a los 56 años edita su álbum número 26, planea una gira internacional, parece más informado sobre Internet que un hacker adolescente y es padre de una nena de tres años. Lo dice con ese pelo que sobrevivió a mares de agua oxigenada y con la seguridad de alguien que hasta rechazó figurar en el Hall de la Fama del Rock and Roll porque "no me gustan los museos, no soy una estatua".
Este Bowie que no quiere envejecer ahora se define como "un padre de familia contento". Ya no es el artista visionario de los 70, o la estrella que llenaba estadios de los 80, o el músico que hizo todo tipo de esfuerzos para no quedar rezagado en los 90.
En la década pasada, sin embargo, Bowie era un camaleón más fácil de encasillar, más concreto, que saltaba del post grunge al industrial, y de ahí al jungle y el drum & bass. Ahora el otrora Duque Blanco se volvió más escurridizo, poco confiable, como un mago tramposo que usa uno y mil trucos para mantenerse vivo.
No hay mejor confirmación de todo esto que "Reality". Tan amante de las trilogías, parece que Bowie hubiese construido otra, una que va desde "Hours" (1999) hasta su nuevo disco, pasando por el "Heathen" que despertó amores y odios el año pasado. Es un Bowie que se abandonó a un presente atemporal que recicla su pasado en cómodas cuotas. Es una posición bastante similar a la de los 80, pero con más inspiración y prestigio. Desde "Hours", Bowie está conectado a un pulmotor con cables que van rastreando desde las zonas más luminosas hasta las más difusas de sus 30 años de carrera.
En "Reality", el prometido regreso al rock no es tal, sobre todo si se lo compara con la época de Tin Machine. Los días de furia se terminaron, y los que busquen algo de resaca sólo la podrán escuchar en el tema que da título al disco. Igual se puede decir que Bowie endureció su sonido. Ahí está "New Killer Star", el simple de difusión, cabalgando sobre un sonido de guitarra retro setentas, sin huella de los 90. "Nunca digas que estás listo, nunca dije que soy mejor", canta Bowie, como un anticipo del clima del disco: cierta ambigüedad entre la inseguridad y la esperanza. "Never Get Old" también arrastra con un beat irresistible. Es un himno con carácter, y de yapa, swing bailable.
Entre los desechos nucleares de su pasado Bowie se encuentra, primero, con la amarga y machacona "Looking For Water", especie de canción incompleta de la primaria era glam. Después desempolva "She'll Drive The Big Car", que parece un outake entre "Station to Station" y la trilogía berlinesa. También rescata a "Days", pop light con aires de los 80 pero con más sustento. Y de golpe se tropieza con "Fall Dog Bombs The Moon", pura seducción para alguien que hizo de la seducción un estilo de vida.
Pero para hablar de pasado qué mejor que un par de covers. Bowie vuelve a brillar con el truco que tan bien le salió en "Heathen" (donde versionó a los Pixies, Neil Young y Legendary Stardust Cowboy). En "Reality" van a escuchar al camaleón resucitando a "Pablo Picasso", tema emblemático del primer disco de los Modern Lovers, esa banda pionera del punk neoyorquino que lideraba Jonathan Richman. Es como si Bowie mirara desafiante a las actuales bandas retro de la Gran Manzana y les dijera: "Lo hago". En un plan más de homenaje casi religioso, también viaja a los 70 para rescatar un tema firmado por George Harrison y Phil Spector, "Try Some Buy Some" (del disco "Living In The Material World"). Bowie lo transforma en un vals, una canción celestial y ampulosa, que trae ecos de "Life On Mars".
No es que "Reality" nunca baje de tono. Y cuando lo hace se va a los extremos. "The Loneliest Guy" avanza lentamente sobre teclados sombríos y opresivos. Y ni hablar del cierre de casi ocho minutos de "Bring Me The Disco King", que no es un tema bailable en absoluto. Bowie demuestra que todavía puede meter algo de miedo, cantando sobre texturas jazzeras cosas como "encerrarse en la oscuridad", "desaparecer" y "matar el tiempo en los 70". Algo de la vieja locura siempre se escapa. enviar nota por e-mail | | Fotos | | |