| domingo, 14 de septiembre de 2003 | Personajes y destinos Cusco, imán de aventureros Alejandra Mattheus Visitar Cusco es hacer un fascinante viaje en el tiempo. Llegué proveniente de Lima y fui recibida en un pequeño hotel con una taza de té de coca caliente y el sabio consejo de recostarme a descansar para evitar el soroche (apunamiento) que provoca la altura. Cuando finalmente pude recuperar el aliento salí a caminar por esta maravillosa ciudad y a descubrir un lugar diferente a todo lo conocido hasta ese momento.
Fundada entre los siglos XI y XII, Cusco se convirtió en la capital del imperio inca. Con la fundación española, ordenada por Francisco Pizarro en 1534, se construyeron sobre cimientos incaicos grandes casonas, conventos e iglesias de estilo colonial. Esa fusión arquitectónica y cultural fue lo que más me impactó.
Es difícil explicar lo que se siente al caminar por una angosta calle de construcción española de un lado e incaica del otro, o visitar las iglesias y notar que la imagen de Cristo en la Cruz siempre está vestida. La Plaza de Armas, el Viejo Cabildo, la catedral, la Casa Museo de Garcilazo y los mercados de productos regionales situados alrededor de la plaza son los sitios obligados para visitar.
Mercado de Pisac Desde Cusco viajé en ómnibus hasta el mercado de Pisac. El viaje fue toda una aventura en un micro viejo y cargado de gente tratando de avanzar por los caminos sinuosos que rodean la montaña. Al llegar a Pisac me encontré con un pequeñísimo pueblo con calles de tierra que se mantiene intacto desde la colonia y cuyos habitantes se visten de fiesta todos los domingos para ir a la iglesia. Muy cerca de Pisac se encuentran las ruinas de Sacsayhuaman, una fortaleza incaica construida con enormes moles de piedra pulida, que me impresionó por su gran tamaño y por el buen estado en el que se conserva.
Para llegar a Machu Picchu existen dos maneras diferentes: El Camino del Inca, solo para aventureros que estén dispuestos a caminar por una semana a gran altura y sin disfrutar los beneficios de la modernidad como el baño y la ducha caliente, y el tren. Yo tomé el tren. El viaje dura unas tres horas y el recorrido, primero en zigzag y luego en descenso, es muy interesante ya que todo el tiempo se puede observar un paisaje único compuesto por una vista panorámica de la ciudad de Cusco, vegetación tropical, desierto, planicie y el recorrido del río Urubamba.
Ciudad misteriosa En Aguas Calientes, un pequeño pueblo que lleva este nombre en alusión a las aguas termales que hay en el lugar, termina el viaje en tren. Desde allí se accede, luego de 8 kilómetros de ascenso, en micros de transporte turístico o simplemente caminando, a la ciudadela de Machu Picchu.
La sensación al llegar a ese lugar tantas veces imaginado fue impresionante. Sobre la ciudadela de Machu Picchu existen las más variadas teorías pero pocos datos precisos. Sólo se sabe que fue construida, poblada y luego abandonada entre 1400 y 1500, y mantenida en secreto de manera que los españoles no se enteraran de su existencia.
¿Refugio de las Vírgenes del Sol? ¿Centro religioso? ¿Fortaleza defensiva? Por qué fue construida esta ciudad y cuál fue su verdadera función sigue siendo un misterio, pero la falta de información certera resulta un estímulo para atreverse a soñar.
Machu Picchu es una de las grandes maravillas de este mundo, simplemente un milagro.
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