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 domingo, 14 de septiembre de 2003

Diez años después de Oslo, Medio Oriente es presa de la desilusión
La firma de los acuerdos hizo soñar con que la paz estable era posible

Christian Chais

Jerusalén. - Los acuerdos de Oslo habían hecho creer a israelíes y palestinos que la paz era posible, pero diez años después las esperanzas de una solución al conflicto en Medio Oriente parecen cada vez más lejos y dejan paso a la desilusión. Los llamados acuerdos de Oslo fueron firmados el 13 de setiembre de 1993 en Washington por el jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y enemigo número uno de Israel, Yasser Arafat, y el entonces primer ministro hebreoYitzhak Rabin.

Bajo la mirada del entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, el líder palestino, vestido con su tradicional uniforme y en la cabeza cubierto con su no menos tradicional keffieh, tendió la mano a Rabin, quien tras un breve instante de duda selló lo que fue un histórico apretón de manos. Pese a ciertas voces disonantes pero minoritarias, tanto en Israel como en los territorios palestinos, el sentimiento general fue que el conflicto en Medio Oriente había dado un paso irreversible hacia su solución. Arabes y judíos podrían, gracias al acuerdo, coexistir pacíficamente en Tierra Santa.


En retroceso
La declaración de principio sobre "la autonomía de Jericó y de la franja de Gaza", nombre oficial de los acuerdos de Oslo, no lo dice en estos términos, pero todo el mundo confiaba en que su conclusión lógica era la proclamación de un Estado palestino en la franja de Gaza y Cisjordania. Al año siguiente, Arafat regresó a los territorios y erigió la Autoridad Palestina, gobierno autónomo que debía conducir a la independencia.

Pero diez años después de la ceremonia en la Casa Blanca, Cisjordania fue reocupada por Israel y Arafat, con 74 años, preside un gobierno que no existe más que en los papeles y que carece de autoridad. Lo que es peor, el líder palestino se encuentra sitiado en Ramala y bajo amenaza de ser expulsado por Israel, incluso asesinado, si se tiene en cuenta la decisión de "desembarazarse" de él en el momento oportuno adoptada el jueves por el gobierno del primer ministro Ariel Sharon. Una acción que sellaría la muerte del proceso de paz.

La decisión israelí es la conclusión de tres años de Intifada, que costó la vida a unos 2.600 palestinos y a más de 800 israelíes.

El gobierno de Sharon replica los ataques palestinos con incursiones militares cotidianas y "asesinatos selectivos" que apuntan en especial a los dirigentes del movimiento islamista Hamas. Ambas partes se imputan mutuamente la responsabilidad de la crisis. Los israelíes acusan a los palestinos de haber violado su promesa de abandonar el terrorismo y de admitir el derecho de existencia del Estado hebreo.

En tanto que los palestinos denuncian el desarrollo espectacular de las colonias judías en los territorios desde 1993 -que casi se duplicaron a más de 230.000- y afirman que el gobierno israelí nunca tuvo la intención de aceptar la creación del Estado palestino.

"El espíritu de Oslo" dejó paso a lo que el investigador palestino Mahdi Abdel Hadi llama "la cultura de la venganza". En tanto que para otro analista palestino, Zacharia al Qaq, que predice la desaparición de la Autoridad palestina, "es una nueva era del conflicto israelo-palestino que comienza". (AFP)

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